¿Qué nos llevaremos de este mundo? ¡Nada!

Se dice que cierto hombre vivía en el campo, trabajando como empleado en una granja. Era pobre y caminaba todos los días, saliendo temprano de su humilde hogar, hacia la finca de su patrón. Caminaba diariamente al menos 2 horas de ida y otras 2 horas de regreso.

Un día, su jefe se conmovió con aquel trabajador y decidió regalarle un caballo. Con el caballo, ese trabajador podría ir y volver del trabajo en hasta 20 minutos. Obviamente, estaba muy feliz y agradecido por el regalo que recibió y pasó a amar a ese caballo más que a nada en la vida.

Pasó un tiempo y ese trabajador fue enviado por su jefe a la gran ciudad, para un trabajo específico. Este trabajador viajaría en tren, un viaje de 6 horas, y permanecería en la ciudad durante un mes completo, para realizar el trabajo que le fuera asignado.

Al enterarse del viaje, el hijo de aquel trabajador, un joven de 20 años, que también trabajaba en otra finca, muy lejana, y que igualmente necesitaba caminar al menos 2 horas para llegar, le pidió a su padre que le prestara el caballo durante el mes en que estaría en la ciudad.
– “Padre mío, estarás en la ciudad 30 días. Durante ese tiempo, ¿podría usar tu caballo para ir y venir de la finca? Así no me cansaría tanto.”

Ese padre, sin embargo, endureció su corazón y negó el pedido de su hijo. Inventó mil y una excusas, pero no le prestó el caballo a su propio hijo.

Finalmente, el caballo permaneció en la casa de aquel trabajador durante los 30 días que estuvo fuera. Y faltando apenas 2 días para que su padre regresara de su viaje por la gran ciudad, su hijo, tan pronto regresó del trabajo, fue a revisar el caballo y lo encontró muerto. El caballo había sido mordido por una serpiente y agonizó, solo, durante todo el día, hasta que llegó el joven, que ya no pudo hacer nada para salvarlo.

Cuando el trabajador regresó de su viaje y se enteró de lo sucedido, entendió que nada hubiera pasado si le hubiera prestado su caballo a su hijo. Pero ya era demasiado tarde.

Mis amados, no debemos amar al caballo. El caballo de esta historia, representa todo lo material que podemos tener en la vida. Pero todo lo material, nos lo pueden quitar. Necesitamos tener más amor por las personas que nos rodean y menos amor por lo material.

Pablo, cuando escribió una carta al joven Timoteo, le dijo: “Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos.” Nada trajimos a este mundo y nada nos llevaremos. Un carro, una casa, un celular, un computador portátil, nada puede ser más importante que las personas que nos rodean.

Revisa tu corazón este día: ¿hay cosas que he considerado más importantes que las personas? ¿He sido egoísta con los bienes materiales que Dios me ha dado? ¿O soy alguien que comparte lo que tiene, sin apego?

¿Qué nos llevaremos de este mundo? ¡Nada!

Oración: Señor, quiero ser alguien que comparte lo que recibo de ti. No quiero amar al caballo, más que a las personas. Quiero amarte primero a ti y a mi prójimo, como aprendo en tu palabra. Amén.

Versículo base: Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos. (NTV) 1ª Timoteo 6:7

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