Ya sabia que vendrías

Joven con carapucha y la frase que le cambiaria la vida: "Ya sabia que vendrias"
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Se dice que cierto hombre llamado Moisés había dedicado su vida a rescatar jóvenes de las adicciones a las drogas y al alcohol. Fue el fundador de una organización que durante 30 años se dedicó a la recuperación de adicciones. Según los registros de la fundación, había rescatado a más de 2 mil jóvenes de las drogas. Cercano a los 60 años, Moisés conoció a Cristo, entregó su vida para Él y comenzó a asistir a una pequeña iglesia de su barrio.

Un día, mientras oraba, Dios le reveló algo. Moisés nunca dijo cómo fue esta revelación o qué le había sido revelado exactamente. En un pequeño grupo de oración de la iglesia, compartió esta experiencia diciendo:
“El Señor me dijo algo que me va a pasar. Pero me dijo que estuviera en paz”.

Dos o tres semanas después, un miércoles, Moisés regresaba caminando a su casa, después del servicio de oración en la iglesia, cuando se le acercó un joven que le anunció un robo:
“Perdió viejo, perdió, quiero su billetera y su celular”, gritó el joven, apuntando con una pistola.
Fue entonces cuando Moisés con calma le dijo:
“Mi joven, ya sabía que vendrías. Tu nombre es Gabriel, y significa ‘hombre de Dios”.

El joven agresor se sobresaltó al saber que Moisés sabía su nombre y su reacción fue simplemente disparar. Un solo disparo, directo al corazón, y Moisés cayó muerto.

Al día siguiente, Gabriel leyó en los periódicos sobre el asesinato de Moisés y la historia de su fundación, descubrió que el hombre que había matado era el mismo Moisés, de quien su padre le había hablado tantas veces:
“Cuando hasta mi familia me consideraba basura, Moisés me tendió la mano y me salvó…”, eran palabras que siempre le decía su padre.

Consternado, Gabriel entonces trató de entender las palabras de Moisés cuando le dijo: “Yo ya sabía que vendrías, tu nombre es Gabriel, y significa ‘hombre de Dios’.

Pasaron dos semanas y Gabriel fue a la policía, confesó su crimen y se entregó. Fue condenado y enviado a prisión.

Al llegar a prisión, conoció a un hombre llamado Francisco. En cuanto Francisco vio a ese joven, se acercó y le dijo:
“Mi joven, ya sabía que vendrías. Tu nombre es Gabriel, y significa ‘hombre de Dios’”.

Gabriel no podía creer las palabras que estaba escuchando. La misma frase, las mismas palabras. Pero ahora, tenía la oportunidad de preguntarle a Francisco qué significaban esas palabras y por qué sabía su nombre. Francisco respondió:
“Realmente no lo sé, solo sé que Dios me reveló que vendrías. No sabía cuándo, ni cómo eras. Pero hoy que te vi, no tuve ninguna duda de que eras tú. Sólo puedo pensar que Dios tiene algo muy grande para ti”.

A partir de ese día, Gabriel siempre buscó a Francisco para aprender más sobre Dios y su palabra. Entregó su vida a Cristo y comprendió que significaba ser un “hombre de Dios”.

Después de 8 años, Gabriel fue puesto en libertad condicional. Buscó la Fundación de Moisés y descubrió que había sido cerrada poco después del asesinato. No había nadie con la misma disposición y dedicación que Moisés, para llevar adelante las actividades.

Gabriel sabía lo que debía hacer. Reabrió la fundación y continuó el legado de Moisés. A todos les contaba la historia de Moisés y cómo Dios le había hablado. También hablaba de Francisco, que nunca salió de la cárcel y murió allí, pero que también fue usado por Dios para transformar su vida.

Cada vez que contaba la historia de su vida, Gabriel comenzaba citando el texto de Juan 10, versículo 10. Decía:
– “El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Y yo soy el ladrón. E hice lo que hace un ladrón: le quité la vida a Moisés. Pero entonces, conocí a Cristo. Y descubrí que Él vino para que yo tuviera vida, y la tuviera en abundancia”

Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.

Y Gabriel, el “hombre de Dios“, salvó la vida de miles de jóvenes de las drogas, y también llevó a muchos de ellos a los pies de Cristo. Su legado fue aún mayor que el de Moisés y transformó el futuro de generaciones enteras.

Y hoy, mientras Gabriel sigue rescatando vidas aquí en la tierra, Moisés y Francisco, sentados a una mesa en el cielo, disfrutan de la gloriosa presencia del Señor.

Oración: Amado Padre, te agradezco por esta historia, que me enseña tantas cosas. Yo también quiero ser un hombre de Dios, a pesar de todas mis faltas y pecados. Restáurame Señor. ¡Amén!

Texto base: El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (NBA2005) Juan 10:10

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