¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Un relámpago rompe en un cielo oscuro. Marcos 4:41

Puede parecer una broma, pero realmente sucedió. En una ciudad brasileña llamada Aparecida, los concejales le exigían al alcalde que resolviera los problemas de inundaciones en la ciudad. Con eso, el alcalde envió el siguiente proyecto de ley para ser discutido y aprobado: “La lluvia, la inundación, los truenos y los rayos están prohibidos en la ciudad de Aparecida”.

Esta pintoresca historia me recuerda el relato que encontramos en el libro de Marcos, en el capítulo 4, cuando Jesús y sus discípulos enfrentaron una fuerte tormenta en un barco. Temiendo a la muerte, los discípulos se quejaron con Jesús: “–Maestro –gritaron–, ¿no te importa que nos ahoguemos?” (versículo 38). Entonces Jesús se levantó y le dijo al viento: “–¡Silencio! ¡Cálmate!” (versículo 39). Y el temporal se detuvo. Entonces los discípulos, más asombrados que nunca, simplemente dijeron: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (verso 41)

Por tanto, a menos que el alcalde de Aparecida se llame Jesús y su apellido sea Cristo, no creo que el proyecto de ley en Aparecida tuviera efecto, aunque fuera aprobado. Porque Cristo es el que tiene poder sobre el viento, el mar, la naturaleza y sobre todo el universo.

Este Cristo, que tiene poder sobre todas las cosas, eligió morir por ti y por mí. Entonces, ¿cómo podemos pensar en vivir sin su poder y salvación?

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Oración: Señor, quiero tener a ese Cristo en mi vida. El mismo Cristo que tiene el poder de detener el viento y el mar, y que dio su vida por mí, aunque yo no lo merecía. ¡Amén!

Versículo base: Ese día al anochecer, les dijo a sus discípulos: –Crucemos al otro lado. Dejaron a la multitud y se fueron con él en la barca donde estaba. También lo acompañaban otras barcas. Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse. Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron. –Maestro –gritaron–, ¿no te importa que nos ahoguemos? Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: –¡Silencio! ¡Cálmate! El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo. –¿Por qué tienen tanto miedo? –dijo a sus discípulos–. ¿Todavía no tienen fe? Ellos estaban espantados y se decían unos a otros: –¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? (NVI) Marcos 4:35-41

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