Estos hombres están alborotando a nuestra ciudad

Dibujos de hombres con manos levantadas en señal de alboroto

En el texto de hoy, cuando Pablo y Silas fueron llevados a juicio, la acusación fue la siguiente, que está en el título de esta reflexión: “Estos hombres son judíos, y están alborotando a nuestra ciudad, enseñando costumbres que a los romanos se nos prohíbe admitir o practicar”. Ellos estaban “alborotando la ciudad” porque sus palabras traían perturbación, malestar, confrontación. Debido a este alboroto, fueron severamente castigados, azotados y arrojados a una celda con los pies atados a un tronco.

Cuando leo historias como esta, puedo comprender mejor el mundo en el que vivimos hoy. Porque la palabra de Dios sigue trayendo alboroto. Así que no debería sorprenderme si me atacan e insultan. Debo esperar y saber que mi vida y mis palabras traen malestar y confrontación, y no siempre serán bien recibidas.

En 1 Pedro 4:14, dice que “Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes.”. Si mis palabras no causan perturbación o alboroto, ¿cuánto he resistido yo al pecado que me rodea? Si no soy víctima de insultos a causa de Cristo, ¿no será que me parezco mucho a la gente de este mundo y hago las mismas cosas?

Esta reflexión no es una invitación a volverse “alborotadores” y religiosos. Sin embargo, es una advertencia para que seamos conscientes y sepamos que somos diferentes. Y la diferencia no siempre es agradable.

Oración: Señor, quiero marcar la diferencia en este mundo, sin importar si esa diferencia es perturbadora. Elijo cumplir tu palabra, cueste lo que cueste. ¡Amén!

Versículo base: Los presentaron ante los magistrados y dijeron: –Estos hombres son judíos, y están alborotando a nuestra ciudad, enseñando costumbres que a los romanos se nos prohíbe admitir o practicar. Entonces la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran. Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad. Al recibir tal orden, éste los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo. (NVI) Hechos 16:20-24

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