Traicionado por un amigo

Se dice que cierto hombre, iba diariamente, alrededor del mediodía, pararse frente al Big Ben, el gran reloj de Londres. Allí esperaba el sonar de la campana, que marcaba las 12 en punto. Cuando sonaba la campana, su rostro lucía emocionado y esperanzado. Y este hombre permanecía allí, durante 10, 15, a veces hasta 30 minutos. Y a la medida que iba pasando el tiempo, su rostro también cambiaba. Con cada minuto, la alegría y esperanza desaparecían. Y luego, se marchaba, casi sin levantar los pies del suelo, arrastrándose para volver una vez más al día siguiente.

Este hombre, alguna vez había sido un exitoso hombre de negocios. Su empresa, en dado momento, atravesó grandes dificultades. Hasta que recibió un gran pedido, de parte de un amigo, que salvaría la empresa. Hizo todo lo posible para producir y entregar el pedido a su amigo. Como era un amigo, hubo confianza y él produjo y entregó todo el pedido por adelantado. Luego de recibir la entrega, el amigo cliente habría dicho:
– “Mañana te daré el pago. Espérame en el Big Ben, a las 12 en punto, y allí estaré”.

El amigo no fue y este empresario perdió la razón. Y desde entonces, y por más de 10 años consecutivos, espera todos los días, en el Big Ben, a que llegue su amigo con el pago.

El salmista conoció lo que se siente cuando un amigo nos traiciona. Él dijo: “¡Amigo mío, hasta tú me has ofendido! Tú, que eres igual que yo, tú, que eres como mi hermano, y que ibas conmigo al templo. Si otro me hubiera insultado, lo podría soportar; si otro me hubiera humillado, podría esconderme de él.”

Quizás el hombre de negocios de esta ilustración no habría perdido la razón si hubiera sido engañado por un extraño. Quizás podría resistir el engaño de un desconocido. Pero fue engañado por un amigo. Y perdió la cabeza.

El salmista, sin embargo, tenía dónde buscar refugio. Como tú y yo también tenemos. En el mismo Salmo, en los versos 16 y 17, él dice: “Yo, por mi parte, voy a pedirle ayuda a Dios; ¡él habrá de salvarme! Mañana, tarde y noche, no dejaré de rogarle; ¡él habrá de escucharme!”.

Tú y yo podemos ser traicionados por un amigo, por una esposa o un esposo, incluso por un hijo, un padre o una madre. ¡Pero Dios siempre será fiel! Y en Él pongo toda mi confianza.

Oración: Señor, que mi vida nunca dependa del dinero de nadie, a las 12, frente al Big Ben de Londres. Que mi vida nunca dependa de otro ser humano. Que mi vida dependa sólo de ti. Amén.

Versículo base: ¡Amigo mío, hasta tú me has ofendido! Tú, que eres igual que yo, tú, que eres como mi hermano, y que ibas conmigo al templo. Si otro me hubiera insultado, lo podría soportar; si otro me hubiera humillado, podría esconderme de él. ¡Ojalá que a mis enemigos la muerte los tome por sorpresa! ¡Ojalá que los entierren vivos, porque en ellos solo hay maldad! Yo, por mi parte, voy a pedirle ayuda a Dios; ¡él habrá de salvarme! Mañana, tarde y noche, no dejaré de rogarle; ¡él habrá de escucharme! (NTLH) Salmos 55:12-17

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