Somos mayordomos de nuestros hijos

Planeta tierra en el universo escuro Salmos 24:1

Hoy es el cumpleaños de mi primogénito, Marcos David, que cumple 17 años.

Así que esta mañana me recordé que él no me pertenece. El le pertenece a Dios. No soy más que el administrador, el mayordomo, con la responsabilidad de educar y proporcionarle todas las necesidades, tanto materiales como espirituales, en este viaje que llamamos vida. Cuando Dios pone un hijo en nuestras vidas, espera que hagamos lo mejor por ellos.

Ser mayordomo no significa servir y satisfacer todos sus deseos. Al contrario. El mayordomo cuida, protege, proporciona en la medida correcta y en el momento adecuado. El mayordomo es un sirviente, pero no del que es servido, sino del que lo nombró mayordomo, es decir, Dios nuestro Señor y creador.

Entonces, como siervo de Dios, soy administrador de algo que le pertenece a Él y no a mí: mis hijos. Y para cumplir bien esta misión, sé que solo con la guía de Él, el creador, el dueño de todas las cosas, puedo tener éxito en mi viaje.

Por eso, te pido Señor, que me enseñes cada día a ser el mejor padre que puedo ser, el mejor administrador, cuidando de los tuyos, para que sus propósitos se cumplan en su vida, sean cuales sean.

Oración: Señor, enséñame a ser el mejor administrador, mayordomo, de mis hijos. Enséñame a cuidar bien lo que te pertenece, tu creación. Dame poder con tu sabiduría. Amén.

Versículo base: Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan; porque él la afirmó sobre los mares, la estableció sobre los ríos. (NVI) Salmos 24:1-2

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