“¡Mujer, qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que quieres”

Mujer sonreí en actitud de gratitud.

Puede suceder que clamemos a Dios por alguna situación en nuestra vida y recibamos una respuesta inesperada de Él, a veces incluso “dura”. Y este es el momento en que nuestra fe y nuestro corazón son puestos a prueba.

Sucedió en el relato de Mateo 15, de los versículos 22 al 28. El texto cuenta que una mujer se acercó a Jesús y le pidió a gritos que librara a su hija de los demonios. La respuesta de Jesús fue dura: “Fui enviado sólo a las ovejas perdidas de Israel”. Guau !! Este es el momento en el que muchos de nosotros nos iríamos, frustrados, disgustados. Ella insistió, y Jesús da una segunda respuesta, más dura que la primera: “No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros”. Si tú y yo no hubiéramos renunciado a la primera respuesta de Jesús, esta segunda seguramente nos habría hecho rendirnos. Esa mujer, sin embargo, hizo lo que Cristo espera que hagamos tú y yo. Ella se humilló a sí misma. Y en su humildad dijo: “Sí, Señor, pero hasta los cachorros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

Si bien escuchamos a muchos predicadores decir que debemos “exigir” riquezas a Dios, esta historia enseña cuál es la verdadera actitud que un cristiano debe tener hacia su padre: la humildad. Y cuando Jesús se dio cuenta de toda esa fe, de toda esa humildad, de toda esa voluntad de luchar por lo que ella quería, Jesús le dio lo que ella pidió. Y luego su respuesta fue la que esperaba: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que quieres”.

¿Y tu? ¿Que deseas? Busca a Dios con estas dos actitudes: fe y humildad. No renuncies a la primera respuesta. Persevera en la fe y con un corazón humilde delante de Él, y Él concederá los deseos de tu corazón.

Oración: Señor, agradezco por tu palabra, que me enseña la verdadera actitud que un cristiano debe tener hacia ti. Actitud de fe y humildad. ¡Amén!

Versículo base: Una mujer cananea de las inmediaciones salió a su encuentro, gritando: –¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija sufre terriblemente por estar endemoniada. Jesús no le respondió palabra. Así que sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: –Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando. –No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel –contestó Jesús. La mujer se acercó y, arrodillándose delante de él, le suplicó: –¡Señor, ayúdame! Él le respondió: –No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros. –Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. –¡Mujer, qué grande es tu fe! –contestó Jesús–. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija. (NVI) Mateo 15:22-28

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