Las misericordias del Señor jamás terminan, son nuevas cada mañana

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Se dice que cierto restaurante estaba en serios problemas financieros. Su propietario, el Sr. Eustáquio, endeudado, ya no sabía qué hacer para encontrar una solución. Ya había reducido al máximo el personal, ya había eliminado todos los platos de la carta para gestionar un inventario más reducido, y ahora solo ofrecía “el plato del día”. Hacía promociones, pero la situación solo parecía empeorar.

Eustáquio era un hombre de fe. Cada noche, antes de irse a dormir, ponía su vida en las manos de Dios, orando por sus hijos, esposa y negocios. Asistía a una iglesia, en el centro de la ciudad, y todos los fines de semana estaba allí, ninguna cita era más importante que esa.

En la iglesia, nadie sabía que estaba teniendo problemas en el restaurante. Eustáquio era muy reservado y no quería que nadie supiera lo que estaba pasando. Pero el domingo, cuando vio la “caja de oración”, decidió, por primera vez, poner ahí su problema: “Señor, salva mi negocio”, fue lo que escribió en el formulario, pero no lo firmó. Después de todo, Dios sabía quién era él y en la iglesia, nadie tendría que saberlo.

Ese lunes, Eustaquio estaba más preocupado que nunca. Ni siquiera tenía arroz en su inventario y lo que había en la caja estaba separado para pagar el pollo que llegaba a las 10 am. Los proveedores ya no le daban un plazo, cualquier compra era contra pago. También estaba prácticamente sin bebidas, había algo de refrescos, pero no mucho más que eso. A las 11 de la mañana abriría el restaurante, pero la situación era desesperante. Pero por fe, escribió en la placa, a la entrada del restaurante: “Plato del día: arroz, pollo y ensalada”.

Poco antes de las 10 de la mañana, el Sr. Martín, el dueño de una fábrica de tornillos que no estaba lejos del restaurante, llegó y dijo:
-“Eustáquio, hoy voy a necesitar 50 almuerzos para mi gente de la fábrica. Por favor, Cláudia vendra por ellos a las 12:30. Ya te traje el pago aquí”.

Eustáquio ya tenía dinero para comprar el arroz. Decidió orar a Dios en agradecimiento. Y mientras oraba, el Espíritu Santo comenzó a recordar todos estos pequeños milagros que habían ocurrido ese año. Recordó el día que se cortó la luz, pero solo 1 hora antes del cierre y no se perdió nada de lo que había en el congelador porque no había mucho stock. También recordó cuando no tenía carne y ni plata, y en la entrega, el empleado del frigorífico se “olvidó” de cobrar, volviendo el otro día, cuando Eustaquio ya tenía el dinero de la venta de almuerzos para pagarle. También recordó cuando había preparado 80 platos y vendido solo 18 y que mientras ya calculaba las pérdidas, un político en campaña en su barrio fue a almorzar allí y junto a él una gran cantidad de asesores y seguidores, y vendió todo los platos.

Al orar, Eustáquio se dio cuenta de que la provisión del Señor, desde hacía mucho tiempo, llegaba cada mañana, siempre de una manera diferente, en múltiples formas. Y entendió que “las misericordias del Señor son inagotables y se renuevan cada mañana”. Y cada día Eustaquio se movía más por la fe, se angustiaba menos y sólo se asombraba del múltiple accionar de Dios.

Oración: Señor, tengo grandes luchas financieras. Pero he visto que tus misericordias se renuevan cada día y aún en medio de las dificultades, puedo ver tu actuar. Amén.

Versículo base: Que las misericordias del Señor jamás terminan, Pues nunca fallan Sus bondades; Son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad!. (NBA2005) Lamentaciones 3:22-23

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