Cuando el ego habla más fuerte

En junio de 1941, durante la segunda guerra mundial, Hitler comenzó la invasión a la Unión Soviética, como ya había hecho en Polonia. Y tuvo que elegir entre atacar por Moscú o Stalingrado. Y luego, el ego habló más fuerte.

Hitler quería atacar a Stalin y contra todas las opiniones de sus generales, eligió enviar sus tropas para Stanligrado y no Moscú. ¿Cuál fue el problema con esta elección? El invierno ruso. Al elegir Stanligrado, se arriesgó a la llegada del invierno antes de la ocupación total de la ciudad, lo que terminó sucediendo. Y las bajas temperaturas, que alcanzaron hasta menos 41 grados centígrados, fueron una ventaja importante para los soldados rusos, que finalmente derrotaron a los alemanes, en una de las batallas más sangrientas e inhumanas de la historia.

Si bien aprecio que Hitler tuviera un ego tan grande y que eso ayudó en su derrota, sé que el ego nos hace tomar decisiones equivocadas con bastante frecuencia. A menudo, compramos cosas o invertimos nuestro dinero o tiempo solo para satisfacer nuestro ego. O como leí una vez: “Compramos cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos, para impresionar a personas que no nos gustan”.

El ego llevó al ángel Lucifer a caer. El ego hizo que Adán y Eva comieran la fruta prohibida. “Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso”, Proverbios 16:18. Un versículo tan simple y tan cierto que podemos ver realidad en Lucifer, en Adán y Eva e incluso en Adolf Hitler.

¿Has dominado tu ego?

Oración: Señor, quiero dominar mi ego. No quiero dejar que el orgullo se apodere de mi vida o de mis decisiones. ¡Amén!

Versículo base: Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso. Vale más humillarse con los oprimidos que compartir el botín con los orgullosos. El que atiende a la palabra, prospera. ¡Dichoso el que confía en el Señor!. (NVI) Provérbios 16:18-20