Y si juzgas, eres juez

El martillo de un juez. Santiago 4:11

Ocurrió en las primeras horas del 2 de febrero de 1959. En la montaña Kholat Syakhl, que significa montaña de los muertos, 9 esquiadores perdieron la vida. El lugar donde ocurrió el incidente hoy se llama Passo Dyatlov, en honor al líder del grupo de esquiadores. El caso se ha convertido en un misterio, hasta el día de hoy sin resolver, ya que dos esquiadores tenían un cráneo fracturado y otros dos tenían costillas rotas y algunos de ellos estaban apenas vestidos, con muy poca ropa, lo que indicaba una posible fuga de pánico de sus tiendas. Se han escrito libros sobre el caso y hasta el día de hoy no hay una respuesta clara a lo sucedido.

Se crearon muchas teorías para el incidente: avalancha, pruebas militares rusas, un infrasonido (ondas sonoras de viento que causaron pánico) o desnudamento paradójico, cuando personas hipotérmicas se quitan la ropa en respuesta a una confusa sensación de calor abrasador. Incluso se planteó la hipótesis de un posible “Ieti“, el abominable hombre de las nieves.

Crear teorías sobre cosas que no sabemos es lo que estamos acostumbrados a hacer todos los días. Con qué rapidez creemos saber todo sobre la vida de los demás, sin ni siquiera haber estado allí para entender qué sucedió o por qué alguien tuvo una determinada actitud. Siempre estamos dispuestos a hablar sobre la vida de los demás, lo que hicieron o no, pero realmente no lo sabemos. Son solo teorías, porque no podemos hablar de lo que no hemos visto o presenciado.

Una cosa que he estado buscando a diario (y no es fácil) es luchar contra este deseo irresistible de juzgar al otro, de crear teorías sobre lo que hace la gente, cómo piensa y qué se propone hacer.

El que juzga a su hermano se convierte en juez, según el versículo base de hoy. Pero solo hay un juez y él es Dios. ¿Quiénes somos, tú y yo, para tomar el lugar de Dios?

Oración: Señor, no soy juez, porque solo hay un juez. Saca de mi corazón y mente el deseo de juzgar constantemente a mi prójimo. ¡Amén!

Versículo base: Hermanos, no hablen mal unos de otros. Si alguien habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez. No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo? (NVI) Santiago 4:11-12

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