Se alegren todos los que en ti buscan refugio
La Gran Nevasca de 1888 es el nombre dado a una ventisca que azotó gran parte de Nueva Jersey, Nueva York, Massachusetts y Connecticut. La nevasca se produjo entre el 11 y el 14 de marzo, alcanzando su punto máximo en la madrugada del 12 de marzo, con nevadas de hasta 150 cm. En muchos lugares, las casas quedaron sepultadas por la nieve, que alcanzó los 16 metros. Poco más de 100 años después, prácticamente en los mismos días, entre el 12 y el 14 de marzo de 1993, ocurrió lo que se conoció como la “tormenta del siglo” y azotó una región mucho más extensa desde Cuba hasta Nueva Escocia, Canadá.
Ante una tormenta o una ventisca, a cualquiera de nosotros nos gustaría estar protegido. Y dependiendo de la intensidad de la lluvia o la nieve, un paraguas o una chaqueta no serán suficientes. A veces ni siquiera estar dentro de casa puede darnos total seguridad.
Sólo hay un lugar donde podemos encontrar verdadero refugio: ¡en los brazos del padre! Es en la presencia de Dios, a sus pies, en su abrazo, es donde encuentro protección, consuelo y seguridad. Esto es lo que vemos en el Salmo de hoy: “Pero que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiende tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre. Porque tú, Señor, bendices a los justos; cual escudo los rodeas con tu buena voluntad”.
Si hay una tormenta en tu vida, corre al mejor y más seguro refugio: ¡los brazos del padre!
Oración: Señor, en medio de mis luchas, encuentro refugio en ti y estoy agradecido por eso. ¡Amén!
Versículo base: Pero que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiende tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre. Porque tú, Señor, bendices a los justos; cual escudo los rodeas con tu buena voluntad. (NVI) Salmos 5:11-12