Resultados inmediatos

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Si vas al gimnasio durante 1 día, no verás ningún resultado. Si vas al gimnasio durante 2 días, no será diferente: cero resultados. Pero si vas al gimnasio durante 100 días, prácticamente serás una persona nueva.

Si empiezas a aprender a tocar guitarra, el primer día probablemente no podrás tocar ni un solo acorde. En 2 días, tu evolución será casi imperceptible. Pero en 100 días tocando la guitarra, podrás tocar muchas canciones.

Todos sabemos que los resultados provienen de la constancia y la persistencia. Y aun sabiendo esto, no logramos ser constantes, ni tampoco persistentes. Esto sucede con nuestra preparación física, con los estudios, con el trabajo y también en nuestra vida con Dios.

Oramos por 1 día y esperamos que todo cambie. Oramos el segundo día y ya queremos ver un milagro. Después de 10 días de oración, empezamos a decir que Dios no responde. Pero, ¿alguna vez has experimentado lo que es orar durante 100 días por algo? ¿O 1.000 días? ¿O tal vez 10.000 días?

Este es un asunto tan serio, que Jesús se tomó la molestia de contar una parábola sobre el tema. Esta parábola ahora es conocida como la del juez injusto. Dice que cierta viuda, se presentaba todos los días ante el juez pidiéndole que le hiciera justicia. Esta viuda fue tantas veces ante el juez, que en cierto momento, para no molestarse más, este juez injusto le hizo justicia. Y Jesús concluye diciendo: “Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta?”

Busque a Dios en oración. No sólo 1 día, 3 días o 10 días. Busque a Dios en oración durante 100 días o 1000 días. Y no hay dudas: tu vida nunca volverá a ser la misma.

Oración: Señor, quiero ser constante y persistente en la oración. Quiero buscarte todos los días, durante muchos días. Amén.

Versículo base: Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos. – Había un juez en cierta ciudad —dijo—, que no tenía temor de Dios ni se preocupaba por la gente. Una viuda de esa ciudad acudía a él repetidas veces para decirle: “Hágame justicia en este conflicto con mi enemigo”. Durante un tiempo, el juez no le hizo caso, hasta que finalmente se dijo a sí mismo: “No temo a Dios ni me importa la gente, pero esta mujer me está volviendo loco. Me ocuparé de que reciba justicia, ¡porque me está agotando con sus constantes peticiones!”. Entonces el Señor dijo: Aprendan una lección de este juez injusto. Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta? (NTV) Lucas 18:1-7

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