Perdonar no es pasar la página, y sí, romperla

Una de las cosas más difíciles para cualquier ser humano es perdonar. Cuando somos heridos, y especialmente por personas que amamos y de quienes esperamos recibir exactamente lo contrario de lo que recibimos, perdonar se convierte en una actividad compleja y difícil. Y eso genera en nosotros amargura, resentimiento, ira y una serie de otros sentimientos que, a la larga, traen aún más conflictos y hasta enfermedades.

Tomando un curso para parejas en la Iglesia Carismática Cuadrangular en Ibagué, Colombia, aprendí algo importante sobre el perdón. Perdonar no se trata de “pasar la página”. Si solo paso la página, lo que estoy haciendo es seguir adelante, con ese “registro” guardado. Pasar la página es intentar avanzar, con una herida enterrada, con una herida que puedo, en cualquier momento, rescatar, porque basta con hojear unas páginas atrás y encontraré esta ofensa. Entonces, el acto de perdonar, más bien, debería ser arrancar esa página y romperla.

Otra cosa que aprendí en el mismo curso: una herida nunca se entierra muerta. Siempre será enterrada viva. No se cura una herida causada por una relación, enterrándola. Una herida necesita ser tratada, discutida y sanada.

Finalmente, como ser humano, es posible que yo no pueda perdonar. Pero cada vez que recuerdo el perdón que recibí de Dios, que no merecí, comprendo que de la misma manera debo perdonar a mi prójimo, aunque no lo merezca. Es lo que nos recomienda Pablo en su carta a los Colosenses: “Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”.

Oración: Señor, enséñame a perdonar como tú perdonas. Ayúdame a arrancar la página y romperla, no solo a pasarla. Amén.

Texto base: Soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad. (NBA2005) Colosenses 3:13-14