Entrega tus preocupaciones al Señor
Ocurrió en Buenos Aires. Una mujer conoció a un hombre en las redes sociales, se enamoró y comenzó una relación a distancia. Luego de un tiempo de intercambiar mensajes, el hombre confesó ser un encarcelado (cómo tendría acceso a internet, no lo sé, pero la historia es real). La mujer entonces decide visitarlo en prisión. Luego de algunas visitas, descubre que su ahora “novio”, tenía fotos de otras mujeres, con las que también mantenía contacto. Cuando ella lo confronta, el hombre la toma por el cuello en un intento de asfixiarla, pero desiste de su intento y la suelta con amenazas de muerte si ella decide abandonarlo. Esta mujer ahora camina por las calles con miedo de que este hombre pueda enviar a alguien para matarla.
El miedo es un arma poderosa de nuestro enemigo para condicionar nuestras acciones. David experimentó este temor, que está registrado en el Salmo 55, versículos 4 y 5: “Se me estremece el corazón dentro del pecho, y me invade un pánico mortal. Temblando estoy de miedo, sobrecogido estoy de terror.”. Sin embargo, incluso en el mismo Salmo, en el versículo 22, David da la respuesta que necesitamos para enfrentar el miedo: “Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre”.
No sé a qué situación debes enfrentarte hoy. No sé cuál es la raíz de tu miedo. Solo sé que se debe hacer una cosa al comienzo de su día, todos los días: entregue sus preocupaciones a Dios. No hay nada que el hombre pueda hacerte que Dios no pueda detener.
Oración: Señor, decido cada mañana poner mis problemas en tus manos, sabiendo que me cuidas. ¡Amén!
Versículo Base: Pero yo clamaré a Dios, y el Señor me salvará. Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha. Aunque son muchos los que me combaten, él me rescata, me salva la vida en la batalla que se libra contra mí. ¡Dios, que reina para siempre, habrá de oírme y los afligirá! Esa gente no cambia de conducta, no tiene temor de Dios. Levantan la mano contra sus amigos y no cumplen sus compromisos. Su boca es blanda como la manteca, pero sus pensamientos son belicosos. Sus palabras son más suaves que el aceite, pero no son sino espadas desenvainadas. Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre. Tú, oh Dios, abatirás a los impíos y los arrojarás en la fosa de la muerte; la gente sanguinaria y mentirosa no llegará ni a la mitad de su vida. Yo, por mi parte, en ti confío. (NVI) Salmo 55:16-23