El juício del hombre

El versículo de Marcos 4:24 con dibujos de medidores a su alrededor

Sucedió el 9 de octubre de 1999 en la provincia de Málaga, España. Una joven, de apenas 19 años, de nombre Rocío Wanninkhof, sale de la casa de su novio camino a su casa, la cual se encontraba a 500 metros y nunca llegó a su destino. La desaparición de la joven causó conmoción en toda España y los medios de comunicación comenzaron a acompañar el caso en todas noticieros. Luego, 25 días después de su desaparición, se encuentra el cuerpo sin vida de la niña, con varias perforaciones. Pasado un tiempo, se señala a una persona como sospechosa de cometer el crimen: una mujer de nombre Dolores Vázquez, quien había participado en la creación de Rocío y vivía cerca a su casa. A partir de entonces, hubo un “juicio anticipado” en los medios que retrataron a Dolores Vázquez como un “monstruo“: calculadora, fría, metódica, vengativa.

Durante el juicio, ninguna evidencia real incriminaba a Dolores. Las huellas dactilares encontradas en la escena no eran de ella, el ADN encontrado era de un hombre, no de Dolores. Las fibras de tela encontradas tampoco pertenecían a Dolores. Ninguna evidencia concreta apuntaba a que ella estubiera en la hora y el día en la escena del crimen. Sin embargo, fue declarada culpable y sentenciada a 15 años de prisión, por un jurado popular, que ya la había condenado mucho antes, influenciado por la prensa. La inocencia de Dolores solo se probaría casi 2 años después, cuando otro crimen similar identificaría al verdadero culpable, donde coincidieron el ADN, las huellas dactilares y todas las demás pruebas que se habían ignorado por completo en el juicio de Dolores. Finalmente, Dolores fue liberada 519 días después de su prisión, el 8 de febrero de 2002.

¿Por qué traigo esta historia aquí? Porque ese es el juicio del hombre. Un jurado popular, lleno de prejuicios, contaminado por un juicio mediático y que se sentía en la “obligación” de condenar a un “monstruo” creado por la prensa. Un jurado que sólo quería “venganza“, cerró los ojos a toda evidencia y envió a prisión a una mujer inocente. Y de la misma manera, no pocas veces tú y yo juzgamos y condenamos a alguien, alimentados por datos incompletos y juicios ajenos.

He escrito mucho sobre el juicio, porque he visto que este es uno de los pecados más frecuentes, especialmente en el medio cristiano. Con mucha facilidad juzgamos y condenamos a alguien, olvidando que “con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes, y aún más se les añadirá” (Mc 4, 24). Personalmente, he luchado mucho con el juicio y confieso que no es algo fácil. Pero “el que tenga oídos para oír, que oiga.” (Marcos 4:23)

Oración: Señor, líbrame de todo pensamiento de juicio. Todo el juicio te lo entrego a ti, porque solo tú juzgas con verdadera justicia. ¡Amén!

Versículo base: El que tenga oídos para oír, que oiga. ‘Pongan mucha atención –añadió–. Con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes, y aún más se les añadirá. (NVI) Marcos 4:23-24

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