El hermano del hijo pródigo
La parábola del hijo pródigo es una de las más conocidas de la Biblia. Cuenta la historia del joven que le pidió a su padre su parte de la herencia y se fue por el mundo derrochando todo en mujeres, amigos y fiestas. Luego, hambriento, regresó a la casa de su padre, quien lo recibió con los brazos abiertos. La parábola también trae el relato de la reacción del hermano de este hijo pródigo: “Indignado, el hermano mayor se negó a entrar” (Lucas 15:28)
Quizás nunca lo pensaste de esta manera, pero el hermano del hijo pródigo quizás nos represente a ti ya mí. Representa a todo aquel cristiano, que está en la iglesia y no sale en busca de la “oveja perdida”. Yo les pregunto: ¿Qué hacía en casa el hermano del hijo pródigo en lugar de ir a buscarlo? ¿No debería haber sido el primero en ir en busca del hermano que estaba tirando su vida por la borda?
Hay muchos hermanos del hijo pródigo en las iglesias. Hombres y mujeres que, cuando ven a un pecador regresar a la casa de su padre, no hacen más que señalarle sus faltas y errores. Están cómodos, en las bancas de las iglesias, sin haber hecho jamás un discipulado, una misión evangelizadora o invitado al prójimo a la iglesia. Ni siquiera van tras ese hermano perdido.
Que tú y yo salgamos a buscar al hermano perdido. Sin juicios, sin condenación. Solo ve y tómalo.
Oración: Señor, quiero ser yo quien sale en busca del hermano perdido. No quiero ser ese hermano que se queda en casa y se enfada cuando vuelve el pecador. Primero, quiero salir a buscarlo, para que pueda regresar lo antes posible. ¡Amén!
Versículo base: “Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música del baile. Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué pasaba. “Ha llegado tu hermano —le respondió—, y tu padre ha matado el ternero más gordo porque ha recobrado a su hijo sano y salvo”. Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su padre salió a suplicarle que lo hiciera. Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!” “Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado” (NVI) Lucas 15:25-32