Desconocidos
Jerry Lawson, Eratóstenes, Aristarco de Samos y Dennis Ritchie. Apuesto a que nunca has oído hablar de ninguno de ellos. ¿Correcto?
Aunque no son nombres famosos como Thomas Edison, Albert Einstein o Leonardo da Vinci, fueron hombres importantes para algunos inventos y descubrimientos en nuestra historia. Jerry Lawson podría ser conocido como el padre del videojuego. Erastótenes fue el primer matemático en calcular la circunferencia de la tierra, la distancia del sol e incluso creó el año bisiesto. Aristarco de Samos fue un astrónomo que predicó el heliocentrismo (un modelo estructural cosmológico que coloca al sol en el centro del universo) 300 años antes de Cristo. El heliocentrismo solo sería aceptado en el siglo XVIII. Finalmente, Dennis Ritchie, fue uno de los más influyentes en la historia de la informática, creando el lenguaje de programación.
Conocer estas historias me hace pensar en lo que es más importante: ¿un nombre o un legado? Todos queremos ser reconocidos y eso es un hecho. Sin embargo, el legado siempre es más importante que un nombre. Lo más probable es que no sepamos el origen o el creador de la mayoría de las cosas que pasan por nuestras manos durante un día. Pero están ahí, son un legado, dejado por alguien que muy posiblemente, dedicó toda una vida para su diseño y creación.
Que nosotros, tú y yo, podamos dejar un legado, mucho más que un nombre. El legado vale más que un nombre.
Oración: Señor, quiero dejar mi legado en este mundo. Algo de valor, para las próximas generaciones. ¡Amén!
Versículo base: Cada generación celebrará tus obras y proclamará tus proezas. (NVI) Salmos 145:4