Queriendo atrapar el viento

En Eclesiastés, en el capítulo 2, encontramos a Salomón relatando todo lo que hizo para descubrir cuál era la mejor manera de vivir. Bebió vino y se divirtió, construyó casas, plantó uvas, jardines y huertos, construyó represas y compró esclavos. También acumuló plata y oro, compró ganado vacuno y ovino. Contrató músicos para que le cantaran y tuvo todas las mujeres que un hombre pudiera desear. Y luego de hacer esto su conclusión fue: es como intentar atrapar el viento.

Nada diferente a lo que vemos en el mundo hoy. La búsqueda de placeres, bienes materiales y realización profesional. Siempre pensamos que la felicidad está en lo que no tenemos, y que cuando lo tengamos, entonces, y sólo entonces, podremos ser felices. Pero cuando los conquistamos, nos damos cuenta, como Salomón: solo tratamos de atrapar el viento.

No hay placer ni logro en este mundo que pueda brindarnos plena satisfacción. Toda satisfacción por un logro tiene una fecha de caducidad. Pronto querremos algo más, y luego otra cosa, y nunca estaremos saciados.

Pero en Dios podemos sentirnos realizados. Poner nuestra alegría en el Señor no es atrapar el viento, porque ésta es la alegría que nadie nos puede quitar: “Así que ahora ustedes tienen tristeza, pero volveré a verlos; entonces se alegrarán, y nadie podrá robarles esa alegría”, nos dice Juan 16:22. Y estas palabras son de Jesús, anunciando su regreso.

Oración: Señor, que mi alegría no esté en las cosas del mundo, porque es como intentar atrapar el viento. Quiero tener la alegría que no me puede quitar, la alegría de tu presencia. Amén.

Versículo base: Luego me puse a pensar en todo lo que había hecho, y en todo el trabajo que me había costado hacerlo, y me di cuenta de que nada de esto tenía sentido; todo había sido como querer atrapar el viento. ¡En esta vida nadie saca ningún provecho! (BTLA) Eclesiastés 2:11