El evangelio mata
Mucho cuidado, porque el evangelio mata. En efecto, no sólo mata, como desgarra, corta, hiere mi “yo”, hasta agonizar y morir. Y sólo así, matando mi yo, Cristo puede finalmente vivir en mí.
Es necesario comprender que el evangelio de Cristo es renuncia. Vivir el evangelio significa renunciar a mis “derechos”, al “mejor lugar”, como lo hizo Cristo, “quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza* de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” Filipenses 2:6-8.
Quizás ningún versículo de la Biblia es tan explicativo como Gálatas 2:20: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. “. Aceptar a Cristo es ser crucificado con Él, para que mi yo muera y pueda vivir para Cristo. Por lo tanto, ya no vivo más para lograr mis sueños y anhelos personales, sino para conocer el propósito que Cristo tiene para mi vida, y vivir para cumplirlo.
Oración: Señor, acepto morir con Cristo, para vivir tu vida, ya no la mía. ¡Amén!
Versículo base: He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (NVI) Gálatas 2:20