Tan solo abre la puerta

Se dice que un niño pequeño, de poco más de 8 años, estaba en su garaje y encontró un litro de aceite de carro entre las cosas de su padre. Abrió el litro y empezó a jugar con su textura y viscosidad, ensuciándose a sí mismo y a todo lo que le rodeaba. Al darse cuenta de lo sucio que estaba, buscó la manera de limpiarse, pero todos sus intentos fracasaron y lo único que consiguió fue agravar la situación. Entonces corrió al baño en un último y desesperado intento por limpiarse, pero allí también fracasó. Ensució las toallas, el suelo del baño, el inodoro y todo a su alrededor se convirtió en un caos. Entonces, resignado, se dio cuenta de que debía llamar a su padre y afrontar las consecuencias.
Con voz angustiada, lo llamó.
— “¿Papá? Necesito tu ayuda”, gritó.
El padre se acercó a la puerta del baño y la encontró cerrada. Afuera, el padre le dijo:
— “Hijo, no importa lo que haya pasado, quiero que sepas que todo está bien. Solo abre la puerta y déjame ayudarte”.
El niño abre la puerta del baño y el padre observa la situación caótica, y la expresión de miedo y temor en la mirada del niño.
El padre simplemente se arrodilla y lo abraza, aun sucio como está, y le dice:
— “No te preocupes. Tengo algo que puede limpiar todo este desastre”.
Al igual que ese niño, cometemos errores, nos ensuciamos, damos lugar al pecado en nuestras vidas. Cuando nos damos cuenta de la situación crítica en la que nos encontramos, buscamos una solución por nuestra cuenta. Luego, el enemigo viene y nos dice que nuestro Padre, el Señor, no nos acepta en nuestra condición.
Sin embargo, cuando vamos a la palabra de Dios, la Biblia, encontramos a un Dios que siempre está dispuesto a recibirnos. Así como el hijo pródigo regresó en una situación precaria después de haber malgastado toda su herencia y fue recibido con los brazos abiertos por su padre, nuestro Dios nos recibe. “Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó” (Lucas 15:20)
El Señor está a la puerta. Él sabe que estás sucio y que todo a tu alrededor es un completo desastre. Pero te llama. Espera que le abras la puerta. No la derribará ni forzará la entrada, aunque tiene la fuerza para hacerlo. En su paciencia, bondad y misericordia, simplemente te llama por tu nombre y te espera.
Decide hoy abrirle la puerta al Padre. Él quiere cenar contigo esta noche.
Oración: Señor, te abro la puerta de mi vida. Estoy sucio por mi pecado y todo a mi alrededor es un completo caos. Pero he escuchado tu voz y decido abrirla, para ser purificado por tu gracia y misericordia. Amén.
Versículo base: “¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos”. (ARV) Apocalipse 3: 20