No voy a ofrecer sacrificios que nada me cuesten
Sacrificio altruista para proteger la colonia. Esto es lo que hace una abeja cuando pica a un posible depredador en su colmena, visto que la abeja morirá después de la picada. También algunas especies de pulgones producen un líquido azucarado en su cuerpo, lo que hace que se “peguen” a su depredador, la larva de la mariquita, lo que provoca la muerte de ambos. La abeja y el pulgón protegen su colonia sacrificando sus vidas. Y como leemos en Juan 15:13, “Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos”.
En el texto de hoy en el capítulo 24 de Samuel, encontramos al rey David negándose a recibir bueyes gratis para el holocausto. David ya había entendido que no hay sacrificio sin un precio. “No ofreceré holocaustos al Señor mi Dios que no me cuesten nada”. Entonces, ¿por qué nosotros, tu y yo, queremos vivir una vida cristiana sin sacrificios?
Cuando surge la dificultad, miramos a Dios y preguntamos: “¿Por qué, por qué, Dios?” En este momento, ignoramos que Jesús pagó el precio más alto de todos: Él dio su vida por nosotros. Entonces, cualquier precio que tenga que pagar yo, será infinitamente menor de lo que ya se ha pagado.
Decide hoy pagar el precio. No ofrezcas al Señor sacrificios que no cuesten nada. Dale lo más valioso: tu vida.
Oración: Señor, elijo pagar el precio. Te ofrezco mi vida para que se haga tu voluntad. ¡Amén!
Versículo base: Pero el rey le respondió a Arauna: Eso no puede ser. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo. Fue así como David compró la parcela y los bueyes por cincuenta monedas de plata. Allí construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor tuvo piedad del país, y se detuvo la plaga que estaba afligiendo a Israel. (NVI) 2 Samuel 24:24-25