¿No debías tú también haberte compadecido, así como yo me compadecí de ti?

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“Cada uno tiene de mí exactamente lo que se merece”. Esta frase y algunas otras similares, inundan las redes sociales. No pasan muchos días, y veo una frase como esta en las redes sociales.

Cada vez que leo esta frase, me viene a la mente el mismo pensamiento: “¿Y si Dios dijera lo mismo? ¿Que cada uno recibirá de Él exactamente lo que se merece?” ¡Guau! No sé tú, pero yo no quiero obtener lo que merezco. Porque lo que me merezco es la muerte. El pago justo, el salario al que tengo derecho es la muerte. “Porque la paga del pecado es muerte“, Romanos 6:23.

Es por la gracia y misericordia de Dios que no obtengo de él lo que merezco. Y así, mientras recibo de Él lo que no merezco, debo del mismo modo, dar amor y cuidado a los demás, incluso si no lo merecen.

En una de las parábolas de Jesús, descrita en Mateo 18, de los versículos 21 al 35, se cuenta la historia de un rey que perdonó una gran deuda a uno de sus siervos. La parábola cuenta que sin embargo, este siervo dejó la presencia del rey, encontró a alguien que también le debía y no tuvo piedad de su deudor. Entonces el rey volvió a llamar este siervo, y las palabras del rey son las mismas que las de nuestro Dios para aquellos que no extienden la gracia que hemos recibido de él a otros: “¡Siervo malvado! –le increpó–. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” (versículo 32).

Si alguna vez has dicho, pensado o publicado una frase como esta al inicio de la reflexión, haz hoy una oración pidiendo perdón a Dios por la pobreza de pensamiento, por la total falta de comprensión del perdón que ya has recibido de Dios. No seas el “siervo malo” que recibe el perdón y no extiende el perdón recibido a su prójimo. Dale a los demás, no lo que se merecen, sino lo que ya has recibido de Dios: gracia, misericordia y perdón.

Oración: Señor, te pido perdón por todas las veces que no extendí a otros lo que ya recibí de ti. Pido disculpas por mi corazón duro, insensible y egoísta. Enséñame a ser como tú. ¡Amén!

Versículo base: “Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.  Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. ‘Tenga paciencia conmigo –le rogó–, y se lo pagaré todo.’ El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. ‘Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata.* Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. ‘¡Págame lo que me debes!’, le exigió. Su compañero se postró delante de él. ‘Ten paciencia conmigo –le rogó–, y te lo pagaré.’ Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. ‘¡Siervo malvado! –le increpó–. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?’ Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía. ‘Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano. (NVI) Mateo 18:23-35

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