El mercader de la muerte murió
El 10 de diciembre de 1901 se llevó a cabo la primera ceremonia de entrega de los Premios Nobel, que se otorgan anualmente a los hombres o mujeres que hayan brindado el mayor beneficio a la humanidad. El premio se celebró por primera vez en el aniversario de la muerte del hombre que lo inspiró, Alfred Nobel, fallecido 5 años antes, el 10 de diciembre de 1896. Alfred Nobel fue un químico e inventor, que registró 355 patentes, entre ellas la dinamita y también fue dueño de una fábrica de armas. Pero su vida cambió cuando leyó su propio obituario, publicado por error en un periódico. El título de su obituario decía: “El mercader de la muerte murió”. Quien realmente había muerto era su hermano, Ludvig, pero el periódico había escrito el obituario inspirado en la vida de Alfred. Desde ese momento, comenzó a reflexionar sobre su vida, el legado y la imagen que dejaría, y decidió cambiar su propia historia. Así, redactó un testamento, en el que establecía que toda su fortuna se destinaría a crear una serie de premios para quienes pudieran aportar “el mayor beneficio a la humanidad” en las áreas de la física, química, medicina, literatura y de la paz.
Si nunca habías escuchado la historia del “mercader de la muerte“, pero oíste hablar del Premio Nobel, podemos decir que Alfred Nobel logró cambiar su legado. Y de la misma manera, tú y yo también podemos hacerlo.
¿Cuál es el legado que estamos dejando? ¿Cuál ha sido nuestra contribución para hacer de este mundo un lugar mejor? Muchos de nosotros estamos tan ocupados con nuestros propios deseos, metas y objetivos personales, que nos olvidamos de hacer, construir o dejar algo que no sea egoísta, solo para satisfacción personal.
Si aún estás vivo, es hora de dejar algo impactante en este mundo. ¿Qué vas a hacer?
Oración: Señor, quiero dejar algo de valor para este mundo. No quiero ser alguien que sólo busca su propia satisfacción personal. Muéstrame lo que puedo hacer para hacer de este mundo un lugar mejor. Amén.
Versículo Base: “Ahora los encomiendo a Dios y a la palabra de Su gracia, que es poderosa para edificarlos y darles la herencia entre todos los santificados”. (NBA2005) Hechos 20:32