Los títulos
En diciembre de 2020, un periodista del Wall Street Journal causó indignación entre los internautas estadounidenses al pedirle a la primera dama estadounidense, Jill Biden, que renunciara al título de Doctora que usa en su perfil de Twitter: “Doctora Jill Biden“. Sin discutir el uso del término, recuerdo que la primera dama tiene dos maestrías y un doctorado en educación.
Al leer la noticia, recordé un hecho que experimenté cuando vine por primera vez a Colombia. En la empresa donde fui a trabajar, uno de los socios que era Ingeniero Químico, exigia ser llamado “Ingeniero” y tampoco aceptaba que los demás ingenieros de la empresa fueran llamados por su propio nombre. Todos deberían ser llamados “ingenieros” antes de mencionar el nombre. Aunque me tomó un tiempo acostumbrarme, no fue difícil hacerlo.
En Brasil, durante la época de la Monarquía, eran vendidos diferentes títulos, como Duque, Marquês, Conde, Visconde y Barão. Estos títulos se podrían comprar por un valor entre $ 25,000 y $ 100,000 dólares en la moneda actual.
La humanidad valora (y mucho) los títulos. Incluso pelean por ellos. Y sin entrar en la discusión sobre la relevancia de tener tales títulos, solo recuerdo que hay un solo título que ciertamente deberíamos buscar y desear. El título de ser llamado HIJOS DE DIOS. Porque a diferencia de lo que muchos creen, ser criatura de Dios no dá a nadie el derecho de ser llamado hijo de Dios. Para ser llamado HIJO hay requisitos, descritos en Juan 1:12: “Mas a cuantos lo recibieron (requisito 1), a los que creen en su nombre (requisito 2), les dio el derecho de ser hijos de Dios” .
Sin embargo, este título está al alcance de todos. Y es gratis. Porque su precio ya se pagó con sangre, en la cruz.
Oración: Señor, estoy agradecido de poder tener el título más grande de todos, que es ser llamado hijo de Dios. ¡Amén!
Versículo base: Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios. (NVI) Juan 1:11-13