Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado
Joseph Lister fue un médico, cirujano e investigador británico, considerado el pionero en técnicas de antisepsia en cirugía. Lipster fue el primero en proponer que los gérmenes provocaban infecciones posoperatorias y recomendó esterilizar el instrumental quirúrgico entre operaciones. Por sus teorías, muchos lo consideraban un “loco”. Hoy, sin embargo, se le reconoce como el “padre” de la cirugía moderna.
En la época de Joseph Lister, pocos reconocían la necesidad de esterilizar los instrumentos quirúrgicos, así como muchos hoy en día no reconocen su necesidad del perdón de Dios. A menudo veo con asombro y desconcierto que muchos se consideran “justos” sin reconocer sus faltas. Están “sucios” por el pecado, pero no lo saben.
El orgullo, la envidia, los malos pensamientos, la codicia, la mentira o la evasión de impuestos son solo algunos de los pecados que pasamos por alto. Estos “pecaditos”, sin embargo, traen serias “infecciones” a nuestra vida espiritual, alejándonos del propósito de Dios. Por eso debemos pedir, todos los días, como el salmista: “Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado”.
Oración: Señor, quiero estar limpio ante ti. Por eso hoy oro como el salmista: ten piedad de mí, borra mis transgresiones, lávame de toda mi culpa y límpiame de mi pecado. ¡Amén!
Versículo base: Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. (NVI) Salmos 51:1-3