Las marcas que guardamos
Sucedió durante el Mundial de 2006. El partido entre Francia y Corea del Sur, disputado en el estadio del Red Bull Leipzig, terminó en empate 1-1, lo que dejó furioso a la estrella Zinedine Zidane. Al salir del campo, la furia del jugador era tanta que pateó la puerta del vestuario, dejando las marcas de los tachos de sus guayos.
¿Qué crees que pasó? ¿Piensas que se cambió la puerta y el jugador francés se hizo cargo de los costes? Nada de eso. Al contrario. La puerta no ha sido cambiada ni reparada. Se dejaron las marcas y se le hizo un “marco” a su alrededor, con la frase: “Un recuerdo de Z (en referencia a Zidane)”
Pensando en esta historia, recuerdo que a nosotros también nos gusta guardar algunas marcas del pasado. No es raro que estemos apegados a heridas del pasado, a heridas que nos causaron, que en lugar de sanar, superar y olvidar, preferimos conservar, ponerles un marco y recordarlas cada día.
Una traición, un abandono, la muerte de un ser querido, un proyecto fallido, un empleo perdido, no pocas veces, se convierten en un peso que, por decisión propia, seguimos cargando. No logramos superar el pasado y lo hacemos presente, en todo momento.
Ahora piensa si tienes marcas del pasado guardadas en un marco. Intenta pensar si hay algo que necesita ser sanado, superado y olvidado. Y este evento que vino a tu mente, entrégalo al Señor. Dile a Dios que quieres superar y olvidar este dolor. Saca de tu estante las heridas que te causaron. Renueva ese estante, con nuevos proyectos, sueños y metas.
El Señor Jesús hoy te dice: “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.”. Él te espera, para recibir tus cargas.
Oración: Señor, vengo hoy ante ti para liberarme de esta carga que tengo de mi pasado. A esa herida, le puse un marco y ella decora mi estantería. Pero hoy te la entrego. Amén.
Una invitación de Jesús
25 En esa ocasión, Jesús hizo la siguiente oración: «Oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, gracias por esconder estas cosas de los que se creen sabios e inteligentes, y por revelárselas a los que son como niños.
26 Sí, Padre, ¡te agradó hacerlo de esa manera!
27 »Mi Padre me ha confiado todo. Nadie conoce verdaderamente al Hijo excepto el Padre, y nadie conoce verdaderamente al Padre excepto el Hijo y aquellos a quienes el Hijo decide revelarlo».
28 Luego dijo Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.
29 Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma.
30 Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana».
Mateo 11:25-30 (NTV)