La victoria en la cruz
Nada desafía más a este mundo que la cruz de Cristo.
Desde la antigüedad, las victorias han sido reconocidas por sus premios, trofeos, medallas, honor y reconocimiento. Un atleta olímpico se lleva a casa su medalla, el club campeón de la Champions League se lleva a casa un hermoso trofeo. Al obtener una graduación, recibimos un diploma en una hermosa ceremonia, acompañada de muchos aplausos y discursos. Finalmente, las victorias, como las conoce este mundo, no tienen nada que ver con la muerte en una cruz.
¿Cómo podría ser victoria, ser clavado en una cruz y desangrarse hasta morir? ¿Cómo podría ser una victoria, la humillación de ser abofeteado y escupido en la cara, ser objeto de burlas y chistes? Nosotros, los que conocemos el evangelio, tenemos la respuesta: esta fue la victoria sobre el pecado y la muerte, consolidada por la resurrección de Cristo. Solo fue un victoria, porque a través del sacrificio de Cristo, toda la humanidad tuvo acceso a la salvación. Se transformó en victoria, porque Cristo resucitó, venció a la muerte y me mostró que yo también puedo tener acceso a la eternidad.
Y por eso la cruz vacía simboliza nuestra victoria. Porque en ella el pecado ha sido vencido, y Cristo ya no permanece clavado a ella. Se levantó, conquistó, triunfó. Y esta es la victoria que desafía al mundo.
Oración: Señor, gracias a la victoria de Cristo en la cruz, tengo acceso a la vida eterna. ¡Amén!
Versículo base: ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! (NVI) 1 Coríntios 15:55-57