La muerte de Esteban
En los primordios de la iglesia, descrito en el libro de Hechos, era necesario seguir la ordenanza dada por Jesús, cuando ya después de haber muerto en la cruz y ya resucitado, se apareció a los discípulos y dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15.
Esteban fue un hombre justo, correcto en todo y lleno del Espíritu Santo, que tomó en serio esta ordenanza. Salió a predicar el evangelio a toda criatura. Aunque sabía que su vida estaba en riesgo, no dejo de predicar el evangelio.
En Hechos, capítulo 7, vemos el relato de su muerte. El predicaba el evangelio con autoridad y sin temor, por lo que fue arrastrado a las afueras de la ciudad y apedreado hasta la muerte. Y un detalle del texto me llama mucho la atención. Para no escuchar las palabras de Esteban, sus verdugos “gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él”.
Negarse a escuchar, hablar alto y atacar a los cristianos. ¿No es esta la actitud de muchos que están en contra de Dios y su palabra? Todos conocemos personas que no quieren escuchar la palabra, que tapan los oídos, se niegan a escuchar cualquiera palabra que hable de Jesús. También gritan en voz alta sus argumentos como “los pastores son ladrones del diezmo” y “los creyentes son fanáticos”. Atacan a cristianos e iglesias en las redes sociales, incluso con bromas sobre nuestra fe.
Sin embargo, del mismo modo como Esteban tenía sus ojos en los cielos y vio a Cristo, a la diestra de Dios y no dejó de seguir la ordenanza de anunciar el evangelio, de la misma manera nosotros, debemos perseverar y no nos quedaremos callados. El mundo puede tapar sus oídos, gritar alto y atacarme, pero yo decido perseverar. Porque “¡cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Romanos 10:15.
Oración: Señor, no quiero dejar de anunciar tu palabra. Aunque muchos se tapen los oídos, griten y ataquen, decido perseverar. Amén!
Versículo base: “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. –¡Veo el cielo abierto –exclamó–, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios! Entonces ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores le encargaron sus mantos a un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba. –Señor Jesús –decía–, recibe mi espíritu. Luego cayó de rodillas y gritó: –¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Cuando hubo dicho esto, murió.” (NVI) Hechos 7: 55-60