La ironía más grande de la historia

Una de las más grandes ironías de la historia, sin duda, fue esta. En el punto más alto de la persecución nazi a los judíos, el gobierno difundia excesiva propaganda para demonstrar la superioridad de la raza aria. Luego se llevó a cabo un concurso y se seleccionó a una bebé llamada Hessy Levinsons Taft para ser la imagen del anuncio, como el “bebé ario ideal“. Sin embargo, la gran ironía: Hessy era de ascendencia judía. El responsable de inscribir a la bebé en el concurso, sabía que era judía y solo quería hacer quedar en ridículo al partido nazi con sus teorías de superioridad. Y lo logro.

Como seres humanos, nos gusta valorar a las personas por su apariencia. Esto no era una exclusividad de los nazis, aunque lo llevaron a un extremo cruel. Pero es un hecho que nos gusta más la gente “bonita”. Aunque por la palabra aprendemos que no debemos juzgar por las apariencias (Juan 7:24).

Por otro lado, no juzgamos solo a los demás por su apariencia. Nos juzgamos a nosotros mismos. Y muchas veces, dejamos de amarnos a nosotros mismos por nuestra apariencia. Y la falta de amor trae descuido. El descuido trae abandono. Y el abandono trae tristeza, depresión y soledad.

Cuando Jesús ordenó “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31), nos enseñó que no puedes amar a tu prójimo sin antes amarte a ti mismo. Si no te amas a ti mismo, tendrás dificultades para amar a alguien. Y esta también es una gran ironía.

Amarte a ti mismo es un requisito para poder amar a los demás.

Pregúntate hoy: ¿te aceptas tal como eres? ¿Te quieres a ti mismo? Porque quien ama cuida. Y amarse a uno mismo es cuidarse.

Oración: Señor, quiero amarme a mí mismo porque aprendo en tu palabra que no puedo amar a los demás si no me amo a mí mismo. ¡Quiero aprender a cuidarme a mí mismo primero, para poder cuidar a los demás! ¡Amén!

Versículo base: No juzguen por las apariencias; juzguen con justicia. João 7:24