La hiena y la trampa
Se dice que un soba, como es llamado el líder de un pueblo en Angola, enseñaba a los pequeños de su tribu a tender trampas para cazar hienas. Enseñaba que la hiena podía identificar por el olor de la orina qué animal era. La trampa, por tanto, consistía en atraer al animal con un pequeño rastro de orina hasta recibir el golpe mortal. Entonces el soba puso la trampa y dijo a los pequeños:
– “Las hienas cazan de noche. Mañana encontraremos una hiena atrapada en nuestra trampa. Vamos a dormir”.
Cuando llegó la noche, una hiena joven y otra más anciana caminaban por allí y la más joven olió la orina.
– “Es una trampa”, dijo la hiena mayor.
– “¡No! Es un mono azul”, dijo la más joven.
– “Es una trampa”, repitió la hiena mayor.
– “¿Cómo sabes que es una trampa?” Preguntó la joven hiena curiosa.
– “El mono azul orina en la copa de los árboles y no en el suelo”, respondió pacientemente la vieja hiena.
– “Sigo pensando que es un suculento mono azul”, insistió la inexperiente hiena.
La joven hiena luego siguió el rastro de orina y cayó en la trampa del viejo líder soba.
Mientras moría, la hiena joven se queja a la hiena mayor:
– “¿Por qué no me dijiste que era una trampa?”
Así es la humanidad. La humanidad es como esa joven hiena que ignora las advertencias tan claras en la palabra de Dios. No acepta lo que dice la Biblia y está llena de “opiniones“. Sin embargo, cuando las cosas van mal, cuestiona a Dios.
En el capítulo 7 de Hechos, vemos el relato de la muerte de un hombre llamado Esteban, que predicaba las verdades de Dios, pero por los corazones endurecidos de quienes lo escuchaban, fue apedreado hasta la muerte. Antes de morir, sin embargo, dijo: “¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!” Hechos 7:51. El mundo resiste al Espíritu Santo, ignora las verdades de Dios y camina a grandes pasos para caer en las trampas del diablo. Y en medio del caos, preguntan: “¿Dónde está Dios?”
No seamos, tú y yo, como la joven hiena o como los que apedrearon a Esteban. Decido estar dispuesto a escuchar. Renuncio a mis “opiniones” y elijo la palabra de Dios como verdad, absoluta e incuestionable. Porque “muchas son las calamidades de los malvados, pero el gran amor del Señor envuelve a los que en él confían.“.
Oración: Señor, elijo tu palabra y confío en ella. ¡Amén!
Versículo base: El Señor dice: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti. No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.” Muchas son las calamidades de los malvados, pero el gran amor del Señor envuelve a los que en él confían. (NVI) Salmos 32:8-10