La comunión en la Iglesia

Varias personas con piezas de un rompe cabiezas
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Ocurrió en Nueva Zelanda. El nadador profesional Adam Walker fue desafiado a nadar las 16 millas del Estrecho de Cook y comenzó su jornada. A los pocos minutos de iniciar el recorrido, se pudo observar el acercamiento de un grupo de delfines, los cuales siguieron su trayectoria. Algún tiempo después, pudo ver, justo debajo de él, la presencia de un gran tiburón blanco. Los delfines lo estaban protegiendo. Yo no lo sabía, pero permanecer juntos es la principal estrategia de los delfines para defenderse del ataque de un tiburón. Y ya sea que el deseo de proteger al nadador fuera real o no, el hecho es que lo hicieron.

Esta historia me hace ver el cuidado de Dios por nosotros. Si es necesario, envía delfines para que naden a su alrededor y lo protejan de los tiburones hambrientos. Pero la propia naturaleza y creación de Dios también nos revela que, estando juntos, podemos resistir más fácilmente los ataques del enemigo. Así como los delfines juntos pueden defenderse de un tiburón blanco, los hermanos juntos, reunidos en la iglesia, podemos vencer las adversidades que el diablo trae a nuestras vidas.

En el libro de los Hechos aprendemos acerca de la comunión en la iglesia. Ellos compartían el pan (Hechos 2:42, 46), ayudaban a los pobres (Hechos 2:45), estudiaban juntos la palabra (Hechos 1:20) y oraban (Hechos 1:24). Eso es Iglesia: es comunión, es cuidarse unos a otros, es estudiar la palabra y orar juntos. Lamentablemente, muchas iglesias han perdido o nunca tuvieron la esencia de la iglesia primitiva, registrada en Hechos, y se han convertido en templos gigantescos de gente fría y vacía, que ni siquiera sabe el nombre del hermano que se sienta a su lado.

Mi deseo es ver más iglesias como la de Hechos. Iglesias que viven en verdadera comunión.

Oración: Señor, oro para que las iglesias de mi país puedan volver su atención al libro de los Hechos, para aprender cómo es la iglesia que tú diseñaste. ¡Amén!

Versículo base: No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos. (NVI) Hechos 2:46-47

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