¿Es más fácil la vida de soltero?

Una tela araña. Job 8:14

Una lectora de Hora de Orar me escribió diciendo que le gustaría divorciarse de su esposo. Y me dijo más: “la vida de soltera es más fácil que la vida de casado”. ¿Será cierto?

Déjame decirte lo que es realmente más difícil: es una vida sin Dios. Si estamos lejos de Dios, todo será difícil. Estar soltero, casado, divorciado o viudo, no importa. Sera difícil. Es muy difícil vivir sin Dios.

Imagine cómo sería un matrimonio entre 2 personas que siguen las enseñanzas de Dios. Imagine, aunque sea por un segundo, un matrimonio en el que el “esposo, ama a su esposa, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella”, Efesios 5:25 y donde la esposa “se somete a su propios esposo como al Señor”, Efesios 5:22. ¿No sería un matrimonio maravilloso? Puedo concluir entonces que el problema no es estar casado. El problema es que no estamos, como matrimonio, cumpliendo nuestros roles, establecidos de acuerdo con la Palabra de Dios.

No es el matrimonio lo que te dificulta la vida. Es una vida sin Dios lo que dificulta su matrimonio. “Tal es el destino de los que se olvidan de Dios… muy débiles son sus esperanzas; han puesto su confianza en una telaraña,” Job 8: 13 e 14.

Oración: Señor, sé que la vida sin ti es difícil. Ayúdame a vivir mi matrimonio de acuerdo con tu palabra. Amén!

Versículo base: “Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo. Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo” (NVI) Efésios 5: 22-28

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