El regalo más grande
La Navidad siempre ha sido especial para mí, desde la infancia. Mi papá plantaba nuestros propios árboles de navidad. Es decir, siempre tuvimos un árbol de navidad natural. Y en la noche del 24 de diciembre, el árbol era iluminado con velas de verdad. Una hermosa visión de la infancia que nunca olvidaré.
Y luego llegaba el momento de los regalos. ¿Qué niño no se emociona con este momento? Como nunca tuvimos la costumbre de esperar hasta la medianoche para abrir los regalos, quedaba mucho tiempo para jugar en la misma noche del 24 con los juguetes nuevos. Y la calle frente a mi casa se volvía un punto de encuentro para amigos y juguetes nuevos.
Pero por más hermoso que sea el árbol, las velas o por más increíble sean los regalos, no puedo olvidar el mayor de todos los regalos: Jesucristo, el Hijo de Dios, quien vino al mundo para morir en mi lugar. Los regalos que recibí en mi infancia, ya no los tengo, con el tiempo se deterioraran. ¡Pero el regalo de Cristo y de la salvación permanece y permanecerá para siempre!
Oración: Señor, te agradezco por el mayor regalo de todos, la venida de Jesucristo el Salvador. Amén!
Versículo base: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (NVI) Juan 3: 16