Despojarse a sí mismo
Imagínese una pareja discutiendo. Intenta imaginar la discusión más clásica y típica entre una pareja.
La esposa llega a casa del trabajo y encuentra a su marido sentado en el sofá viendo un partido de fútbol.
Ella pregunta:
– “¿Fuiste al mercado como te pedí?”
El marido responde:
-“No me pediste nada.”
Ella replica y alza la voz:
– “Sí, lo hice, esta mañana, antes de que te fueras a trabajar, te pedí que a la vuelta pasaras por el supermercado, para traer algo de carne y huevos”.
El marido sigue negándolo, aumentando también el tono de voz:
– “No me lo pediste. Seguro lo pensaste, pero no me lo pediste.”
Y la esposa ya furiosa dice:
– “Es que tu nunca me escuchas.”
Estas discusiones generalmente tienen algunas características muy peculiares como: motivo fútil, la búsqueda de “tener la razón”, culpar al otro, eludir su responsabilidad, acusar o negar. El hecho es que, en una pelea de pareja, nadie quiere reconocer su error y disculparse.
Hay en nuestra mente la idea de que pedir disculpas es sinónimo de inferioridad. Las dos posibles soluciones para este ejemplo serían:
Del marido: – “Lo siento mi amor, ahora mismo voy al mercado”.
O de la esposa: – “Está bien mi amor, ¿y si vas ahora?”
Sin embargo, las parejas prefieren seguir discutiendo, haciendo acusaciones, para más tarde, dormir espalda con espalda, o incluso en habitaciones separadas.
Pablo en la carta a los Filipenses nos recuerda que Cristo “se despojó a sí mismo”. Cristo era Dios, tenía “razón”, más que nadie en el mundo, pero él, voluntariamente, decidió despojarse de toda la razón, de quién era, del orgullo, de su soberanía y superioridad y fue humilde, siervo, se hizo semejante a los que eran inferiores a Él y se sometió a ser escupido, agredido, golpeado, azotado y asesinado.
Jesús pasó por todo esto, pero a mi me cuesta dar el brazo a torcer en una discusión con mi esposa. Porque estoy revestido del orgullo. Porque no me despójo cada mañana delante de Dios. Porque salgo “lleno” y vuelvo “lleno”. Quien no se vacía se vuelve “lleno”, lleno de orgullo, de indiferencia, de egoísmo, de soberbia.
Despójate, vacíate ahora mismo. Primero ante Dios y luego ante los hombres. Despójate del orgullo, vístete de humildad.
Oración: Señor, quiero vaciarme, quiero despojarme. Quiero estar libre de todo orgullo, arrogancia, indiferencia. Ayúdame, Señor, a ser más humilde, así como aprendo de Cristo. Amén.
Versículo base: Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (BDLA1997) Filipenses 2:5-8