Corazón enseñable
David fue llamado el hombre según el corazón de Dios. Pero es interesante ver que no fue llamado así por ser santo e irreprensible. Por el contrario, David tenía muchos defectos. Pero David tenía algo que agradaba a Dios: un corazón enseñable.
En 2ª Samuel 12, el profeta Natán confronta a David por su pecado: el adulterio con Betsabé y la muerte de su esposo, Urías. Y David en ese entonces, ya era el rey. Podría simplemente haber ordenado que Natán fuera arrestado o asesinado. Pero eso no fue lo que hizo David. Reconoció su pecado y se humilló ante el profeta. “¡He pecado contra el Señor! reconoció David ante Natán. El Señor ha perdonado ya tu pecado, y no morirás contestó Natán”, 2 Samuel 12: 13.
Creo que un corazón enseñable es quizás la mayor característica de alguien según el corazón de Dios. Porque es muy difícil aceptar la corrección. Y aún más, de alguien que no admiramos. Sin duda sería más fácil aceptar la corrección de alguien que creemos que es superior a nosotros o a quien admiramos. Sin embargo, se vuelve más difícil cuando viene de donde no lo esperamos. David, aunque era rey, aceptó la corrección del profeta. ¿Cómo reaccionamos cuando el encargado del parqueadero nos corrige? ¿O el vigilante del centro comercial? O un compañero de trabajo?
El corazón enseñable ya ha entendido Hebreos 12:11 que dice: “ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella “.
Quizás hoy sea un buen momento para evaluar su corazón. ¿Tienes un corazón que se deja enseñar?
Oración: Señor, quiero tener un corazón enseñable. Quiero aceptar la corrección, no importa de quién venga, y cambiar. ¡Amén!
Versículo base: Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella. Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas. (NVI) Hebreos 12:7-12