Apartheid

Placa en una playa de sudafrica en el tiempo del Apartheid. Santiago 2:9

El apartheid fue un régimen de segregación racial, implementado en Sudáfrica, que estuvo en vigor entre 1948 y 1994, donde la población se dividió en 4 grupos raciales: “negros, blancos, de color e indios“. Las áreas residenciales, la educación, la salud, el transporte, entre otras cuestiones, fueron segregados para cada grupo. Obviamente, no necesito decir quién se quedó con las mejores áreas residenciales, escuelas y planes de salud. Sin embargo, lo más impresionante es saber que el régimen, creado en 1948, tuvo com “mentor” a un pastor llamado Daniel François Malan.

Me pongo a pensar que por mucho que haya leído o estudiado la Palabra de Dios, el Pastor Malan parece no haber entendido jamás el significado de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo“, Marcos 12: 31. Tampoco fue capaz de entender que “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús”, Gálatas 3:28. Tampoco entendió que “si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores”, Santiago 2: 9. Finalmente, quizás el Pastor Malan pensó que cuando “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza“, Génesis 1:27, hacia referencia solo a los blancos.

Siempre he pensado que la Iglesia tiene un papel fundamental en la lucha contra cualquier tipo de racismo o discriminación. Y muchas veces, he sentido que la iglesia ha sido omisa, primero, por medio de la “negación” de la existencia del racismo y, en segundo lugar, debido a la falta de predicación y enseñanza para combatirlo.

El fin del apartheid no significó el fin del racismo. Este viaje es más largo y más difícil. ¡Y tenemos que hacerlo!

Oración: Señor, mi oración hoy es por el fin de cualquier discriminación racial que aún pueda existir en nuestro mundo. ¡Amén!

Versículo base: Hacen muy bien si de veras cumplen la ley suprema de la Escritura: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”; pero si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores. Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda. (NVI) Santiago 2:8-10

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