¿A quién quieres agradar?
Se dice que cierto hombre, viajaba con su hijo y un burro, para venderlo en el mercado.
Alguien que pasaba por allí dijo:
– ¿Por qué llevas un burro sin nada en el lomo? Parece que tu eres el burro.
Entonces, aquel hombre puso a su hijo en el lomo del burro y continuó el viaje.
Más adelante pasaron junto a otra persona, que dijo:
– ¡Qué joven tan vago! Qué feo dejar caminar a tu pobre padre mientras tú estás cómodamente sentando en el lomo del burro.
Al oír esto, el hombre bajó a su hijo del burro y montó él mismo. Y continuaron el viaje.
Un poco más adelante alguien lo vio y dijo:
– Mira que hombre más egoísta. Él monta el burro y su hijito, pobre niño, va a pie.
En ese mismo momento, el hombre subió a su hijo sobre el burro, y ahora ambos estaban montados en el animal.
Entonces alguien pasó y le preguntó al viejo:
– ¿Ese burro es tuyo?
El hombre respondió que sí.
– Pues no lo parece, por la forma en que maltratas a este burro, haciéndolo cargar tanto peso. Ustedes son los que deberían cargar al burro.
Entonces ese hombre y su hijo decidieron cargar el burro ellos mismos. Y así llegaron a la ciudad. Cuando la gente vio a los dos entrar en la ciudad, cargando el burro, comenzaron a reírse y a burlarse de ellos. Y el hombre enfurecido arrojó el burro al río, tomó a su hijo del brazo y volvió a su casa.
Esta ilustración muestra lo que sucede cuando intentamos complacer a todos. En el mundo en el que vivimos, nunca podremos complacer a todos y estar completamente libres de críticas. Si aún Jesús, siendo perfecto y sin pecado, fue criticado e incluso odiado por otros, cuánto más lo seremos tú y yo, que somos tan imperfectos y pecadores.
Por eso, Pablo en su carta a los Gálatas dijo: “¿A quién pretendo yo ahora ganarme? ¿A quién busco agradar? ¿A Dios o a la gente? Si todavía tratase de seguir agradando a la gente, no sería siervo de Cristo.”. El apóstol Pablo sabía que había que elegir: agradar a los hombres o agradar a Dios. Paulo sabía que no habría manera de complacer a ambos. Y eligió agradar a Dios.
De la misma manera, tú y yo debemos elegir a quién complaceremos. A los hombres o a Dios. Porque el que intenta agradar a los hombres difícilmente agradará a Dios. Y lo contrario también es cierto
Decide hoy agradar a Dios. Que los hombres digan y piensen lo que quieran. Pero complaceré a mi creador.
Oración: Señor, elijo agradarte a ti y no a los hombres. Ayúdame, Señor, a vivir según tu voluntad. Amén.
Versículo base: ¿A quién pretendo yo ahora ganarme? ¿A quién busco agradar? ¿A Dios o a la gente? Si todavía tratase de seguir agradando a la gente, no sería siervo de Cristo. (BLP) Gálatas 1:10