Las suertes se echan, pero el veredicto es del Señor

Dos dados rojos sob un fondo verde.

¿Ficción o realidad? No se sabe con certeza, pero esta historia es famosa en Internet. Se dice que un hombre llamado Henry Ziegland, en 1893, en Texas, puso fin a un noviazgo. El hermano de la novia, enfurecido, disparó contra Henry que cayó al suelo. Posteriormente, el hermano de la joven se habría suicidado.

Sin embargo, Henry no moriría por el disparo. La bala le habría raspado la cara y se alojado en un árbol. Lo más curioso de esta fatídica historia, sucedería solo 20 años después. Henry estaría interesado en recuperar el proyectil que casi lo mata. Para ello, colocó un explosivo en el árbol, donde se había alojado la bala. Al detonar el explosivo, la bala se disparó contra el. Henry luego caería muerto. Es decir, Henry habría sido muerto por la misma bala que le habían disparado 20 años antes.

Cierto o no, una historia como esta nos hace pensar en el “destino”. ¿Estaba este hombre destinado a morir por esa bala? ¿Nada podría evitar que esto sucediera, ya que estaba predestinado que así fuera?

Ciertamente el destino o la predestinación es un tema complejo, que merece una mayor cobertura que esta breve reflexión. Sin embargo, como cristianos, no debemos creer en destino. Necesitamos creer lo que dice la Biblia: en los planes de Dios (Jeremías 9:11), en el libre albedrío (Génesis 1: 27-31), en un Dios soberano (Isaías 55:11) que permite que las cosas sucedan o no (Mateo 10:29). Si lee cada uno de estos versículos con atención, podrá comprender que la vida es el resultado de nuestras decisiones y de la soberanía de Dios.

Si esta historia es cierta, fue por su libre albedrío que Henry volvió a ese árbol para recuperar la bala. Y fue la soberanía de Dios que permitió que la bala lo golpeara. ¿Pero era parte del plan de Dios que eso pasara? Lo que leo en Jeremías 29:11 me dice que los planes de Dios son para “darnos un futuro y una esperanza”, no la muerte. Lo que veo es un Dios que permite que el hombre coseche lo que siembra, el fruto de sus propias decisiones.

Por último, el texto de Proverbios 16:33 dice: “Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto proviene del Señor.” Las casualidades, nuestras elecciones o las circunstancias pueden ponernos en situaciones buenas o malas. Pero la decisión final es y siempre será de nuestro Dios soberano.

Oración: Señor, eres soberano, eres Dios. No hay destino que no se someta a tu voluntad. ¡Amén!

Versículo base: Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto proviene del Señor. (NVI) Provérbios 16:33

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