Depender de Dios es vivir peligrosamente

Conozco a varias personas que tienen miedo de volar por el riesgo de morir. Me parece interesante notar que, en general, estas personas no tienen miedo de viajar en automóvil. Las estadísticas dicen, sin embargo, que por cada persona que muere en un accidente aéreo, 86 mueren en accidentes automovilísticos.

Pero es fácil entender las razones del miedo a volar: es porque no tenemos control sobre nada. En un avión, estamos a 10.000 metros de altura, encerrados en una cabina, no estamos al comando, y solo podemos esperar que todo salga bien. Ni siquiera podemos hablar con el piloto para ver si está todo en orden. Esta percepción de no tener control sobre nada es aterradora.

Ya en un automóvil, creemos que tenemos el control total de la situación, estamos en el suelo, tenemos más visibilidad y podemos abandonar el vehículo en cualquier momento. Y si no somos los conductores, podemos hablar con el conductor directamente y pedirle que disminuya la velocidad o cambie de dirección.

La gran verdad, sin embargo, es que nunca tenemos el control. En un automóvil, en un avión, o simplemente sentado en el sofá de la casa, puede pasar cualquier cosa. Nuestro sentido de control es totalmente falso. A menudo confiamos más en nuestros trabajos, nuestros sueldos o nuestra educación que en el Dios que nos creó.

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Confiar en Dios es vivir peligrosamente, aceptar que no controlaré nada y entregaré todo en Sus manos y simplemente confiaré. Y confiar no significa no hacer nada. Significa actuar según la dirección de Dios y no según mis propias convicciones.

En este día te desafío a confiar en Dios y vivir peligrosamente.

Oración: Señor, el deseo de mi corazón es confiar en ti. Pero no consigo. Te pido que aumentes mi fe hoy. Quiero confiar en ti, sabiendo que eso significa vivir peligrosamente. Amén.

Versículo base: Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. (NVI) Provérbios 3:5