What a wonderful world
En el aniversario de la muerte de Louis Armstrong, el 6 de julio de 1971, es difícil no recordar su canción más famosa, cuya letra ciertamente podría ser un Salmo de la Biblia, exaltando la creación. Lanzado en 1967, el álbum inicialmente no tuvo éxito en los Estados Unidos, vendiendo menos de 1,000 copias. Sin embargo, “explotó” en el Reino Unido en 1968, y se ha convertido quizás en el clásico más grande de la historia del jazz.
Veo árboles de color verde, también rosas rojas.
Las veo florecer, para ti y para mí.
Y pienso para mí… qué mundo tan maravilloso.
Veo cielos de color azul, y nubes de color blanco.
El brillante bendecido día, la oscura sagrada noche,
y pienso para mí… qué mundo tan maravilloso.
Los colores del arco iris, tan hermosos en el cielo,
están también en las caras de la gente que pasa.
Veo a amigos estrechándose las manos, diciendo ¿qué tal estás?.
En realidad, están diciendo “te quiero”.
Oigo a niños llorar, los veo crecer,
aprenderán mucho más que lo que yo nunca sabré,
y pienso para mí…qué mundo tan maravilloso.
Sí, pienso para mí…qué mundo tan maravilloso.
Que tu e yo podamos iniciar este día y esta semana con esta hermosa reflexión sobre la vida. Este mundo tan maravilloso, creado por Dios para ti y para mi.
Oración: Señor, puedo ver el mundo que tu creaste, cada mañana. Gracias porque aprendo con esta canción a reconocer que has creado un mundo maravilloso ¡Amén!
Versículo base: Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo! un pabellón para el sol. Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, se apresta, cual atleta, a recorrer el camino.
Sale de un extremo de los cielos y, en su recorrido, llega al otro extremo, sin que nada se libre de su calor. (NVI) Salmos 19: 1-6