La motivación para obedecer

Hay muchos factores que pueden motivar la obediencia a las leyes, ya sean las leyes vigentes en su país o incluso las de Dios.
El miedo a las consecuencias puede ser uno de ellos. Obedecemos las leyes porque sabemos que si no lo hacemos, habrá consecuencias. Es posible que alguien no robe, no porque no tenga la voluntad o la capacidad de hacerlo, sino porque tiene miedo de ir a la cárcel. Por eso dice el dicho: “la ocasión hace al ladrón”. Si soy alguien que no roba sólo por miedo a que me descubran, cuando veo que hay una oportunidad de robar, sin ser descubierto, es muy probable que lo haga.
Otro motivador de la obediencia es la expectativa de recibir algo a cambio. Soy contratado por una empresa, y obedezco a mis superiores, porque espero recibir mi sueldo a fin de mes, y a mediano o largo plazo, espero recibir un ascenso, un bono anual, un reconocimiento, etc.
Nuestro Dios, sin embargo, no espera que le obedezcamos por temor a las consecuencias o por la expectativa de recibir algo a cambio. Él espera que lo hagamos por amor: “amamos a Dios y obedecemos sus mandamientos”, nos dice 1ª Juan 5, versículo 3. En 1 Corintios 13, versículo 3, encontramos que “si diera todo lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi cuerpo, podría jactarme de eso; pero si no amara a los demás, no habría logrado nada.” Y finalmente, en Juan 14, versículo 21, encontramos al mismo Jesús diciendo: “Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman.”.
Hermanos y hermanas, la cuestión fundamental es ésta: puedo obedecer las leyes de Dios sin amarlo, por miedo o porque quiero recibir algo a cambio. Pero no puedo amar a Dios sin obedecer su palabra. Y es la obediencia por amor lo que verdaderamente agrada a nuestro Dios.
Oración: Señor, quiero obedecer tus mandamientos únicamente por amor. Que el temor o la expectativa de recibir alguna recompensa no sea mi motivación para obedecer tu palabra. Revélame, Señor, si he tenido una motivación equivocada. Amén.
Texto base: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha llegado a ser un hijo de Dios. Y todo el que ama al Padre ama también a los hijos nacidos de él. Sabemos que amamos a los hijos de Dios si amamos a Dios y obedecemos sus mandamientos. Amar a Dios significa obedecer sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga difícil de llevar. (NTV) 1 Juan 5:1-3