Reclamando la herencia
Ignorar a su abuelo mientras vivía, resultó costoso para 5 nietas británicas. Un millonario llamado Frederick Ward falleció a la edad de 91 años. Tenía bienes por más de U$ 1 millón de dólares, pero en su testamento dejó a cada una de sus nietas poco más de R$ 100 dólares. ¿El motivo? Nunca haber recibido visitas de sus nietas mientras estuvo enfermo.
Las 5 nietas acudieron a los tribunales, alegando que sus tíos habían influido en la decisión de su abuelo y exigiendo la parte de su padre (también fallecido) que equivaldría a 1 tercio del patrimonio, es decir, algo cercano a U$ 330 mil dólares. Pero el tribunal entendió que el testamento era claro y que, de hecho, las nietas nunca habían visitado a su abuelo antes de su muerte.
En el libro de 1 Pedro encontramos en el capítulo 1, versículo 4, una referencia a una herencia reservada para los cristianos: “una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse”.
Sin embargo, muchos han vivido como las cinco nietas del Sr. Frederick Ward. Esperan una herencia, sin mantener relación alguna con su “testador”, que es la persona que deja la herencia.
Si deseamos tener parte en la herencia del Señor, necesitamos tener una relación íntima con Él. Es engañoso pensar que viviremos nuestra vida terrenal ignorando sus principios, su casa que es la iglesia y especialmente su existencia, y pensemos que tendremos parte en esta herencia eterna.
El mismo texto, en el versículo 5, habla de una exigencia fundamental para tener parte en esta herencia: “por la fe que tienen, Dios los protege con su poder hasta que reciban esta salvación”. Es por la fe que tenemos acceso a esta gran herencia. Y la fe sin acción está muerta en sí misma (Santiago 2:7).
Si quieres tener parte en la herencia del Señor, necesitas establecer una relación con Él.
Oración: Señor, quiero tener parte en tu herencia. Aumenta mi fe y mi intimidad contigo. Amén.
1 Pedro 1:3-7
3 Que toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es por su gran misericordia que hemos nacido de nuevo, porque Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Ahora vivimos con gran expectación
4 y tenemos una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse.
5 Por la fe que tienen, Dios los protege con su poder hasta que reciban esta salvación, la cual está lista para ser revelada en el día final, a fin de que todos la vean.
6 Así que alégrense de verdad. Les espera una alegría inmensa, aunque tienen que soportar muchas pruebas por un tiempo breve.
7 Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica. Está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, aunque la fe de ustedes es mucho más preciosa que el mismo oro. Entonces su fe, al permanecer firme en tantas pruebas, les traerá mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo sea revelado a todo el mundo.