Háganlo todo sin quejas
Esta es una anécdota sobre un monasterio, que seguia un estricto voto de silencio. A ninguno de los monjes se le permitia hablar. Sin embargo, cada diez años, un monje tendría derecho a decir dos palabras. Después de pasar sus primeros diez años allí, llegó el día en que un joven monje podía hablar. El maestro preguntó:
– “¿Cuáles son tus palabras?“
– “Cama dura” – respondió el joven.
– “¡Entiendo!” – fue la respuesta del maestro
Luego pasaron otros 10 años y nuevamente, el monje tuvo la oportunidad de decir dos palabras al maestro.
– “Mala comida” – fue lo que dijo.
Y luego, 10 años después, llegó el día de volver a decir dos palabras. Y el monje luego dijo:
– “¡Yo desisto!”
– “¡No me sorprende! ¡Solo te quejas!” – fue la respuesta del maestro.
Esta pequeña ilustración, obviamente, es una metáfora exagerada sobre algo muy importante: no debemos convertirnos en personas que solo se quejan. Estoy seguro de que tú y yo nos quejamos mucho más que una vez cada 10 años. Es más, es posible que suceda todos los días. Nos quejamos de cosas pequeñas, que fácilmente podríamos ignorar. Si pones atención, es posible que descubra que la gran mayoría de sus quejas son completamente innecesarias. Y son innecesarias por dos razones: no provocan cambios significativos y te hacen una persona desagradable.
La invitación de hoy es a pensar antes de presentar alguna queja, apagar el “piloto automático” de la queja y pensar, antes de hablar, si vale la pena decirla o no.
Utilice este pequeño filtro:
1. ¿Lo qué voy a hablar, producirá un cambio significativo?
2. ¿Lo qué diré, me hace una persona agradable?
Oración: Señor, no quiero ser una de las personas que se quejan en “piloto automático”. Ayúdame Señor a elegir lo que vale la pena decir. ¡Amén!
Versículo base: Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto* la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano. (NVI) Filipenses 2:14-16