Atrapado en el casino

Los casinos están diseñados y pensados, desde toda su concepción, para mantener a los apostadores totalmente centrados en lo que deberían estar: las apuestas. Es por eso que los casinos, por ejemplo, no tienen relojes, para que sus “clientes” no estén al tanto de la hora. Tampoco tienen ventanas o una vista externa, para que el tiempo, el anochecer, la oscuridad o mismo la lluvia, no sean una distracción. La distribución de mesas y máquinas intenta formar un laberinto y no hay corredores “rectos” para la salida. Los baños también suelen estar muy lejos de la salida, para que una ida al baño no te motive a irte. Finalmente, para las apuestas, se usan fichas en lugar de dinero, para que no tengas una idea real de cuánto se está apostando en ese momento.

No toma mucho esfuerzo entender que nuestro enemigo, el diablo, hace lo mismo para mantenernos atrapados en una vida de pecado. Nos mantiene distraídos, enfocados en lo que él quiere que nos enfoquemos: nuestra propia satisfacción egoísta. Cuanto más lugar le damos al diablo en nuestra vida, más egoístas nos volvemos. Y menos importancia le daremos a las personas que nos rodean y principalmente a Dios.

Un ejercicio de autoevaluación muy rápido para identificar qué tan lejos estamos de Dios es este: piensa en ayer o en la semana pasada, ¿qué hiciste que no fue para ti? ¿Cuáles de sus acciones fueron para el beneficio directo y desinteresado de los demás? Si es difícil pensar en algo que ha hecho por otros, puede que estés “atrapado en el casino”.

Necesitamos evitar los casinos, así como debemos evitar la satisfacción egoísta, que no tiene en cuenta las necesidades de mi prójimo.

Oración: Señor, no quiero estar atrapado en los “casinos” que se encuentran en mi vida. Librame de la búsqueda de la satisfacción egoísta. ¡Amén!

Versículo base: El egoísta busca su propio bien; contra todo sano juicio se rebela (NVI) Provérbios 18:1