La curva tamburello
Alguien dijo una vez: “Un curva en el camino no es el final del viaje, a menos que pierdas la dirección”.
Y fue en un 1 de mayo, como hoy, que Ayrton Senna, el mejor piloto brasileño de todos los tiempos, no logró superar una curva. Fue en el Gran Premio de San Marino, en 1994. La curva del tamburello ya había sido escenario de otros accidentes: Nelson Piquet, en 1987, Gerhard Berger, en 1989, Riccardo Patrese en 1992. Pero ninguno fatal, como el de 1994. Allí, en la curva tamburello, un gigante sucumbió.
No fue la curva quien mató a Ayrton Senna. El pasó por ella cientos de veces. La curva no era una desconocida. Sin embargo, su carro falló. La barra de dirección se rompió y en la curva tamburello, liderando la carrera, a más de 300 km / h, nuestro campeón giró el volante ligeramente hacia la izquierda. Pero su carro siguió recto.
En el camino de la vida, todos encontraremos curvas. Va a ser necesario reducir la velocidad y girar con cuidado. En las curvas, un error puede ser fatal. Pero no tiene por qué ser el final del viaje. No debería ser.
Las curvas tampoco son atajos. Las curvas, en realidad, hacen el camino más largo. Y aunque no parezca, ofrecen protección. Las curvas se amoldan a las montañas y el terreno para ofrecernos una ruta más segura. Ellas no están ahí para matarnos, están allí simplemente porque deben estar allí, para ajustar el camino. ¡Simples así!
Mi deseo es que puedas superar las curvas de tu vida. Y que puedes seguir tu camino con seguridad, sin tropezar.
Oración: Señor, sé que las curvas en mi camino están ahí para mi bien. Ayúdame, Señor, a vencer a cada una con seguridad. Amén!
Versículo base: “Hijo mío, conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción. Te serán fuente de vida, te adornarán como un collar. Podrás recorrer tranquilo tu camino, y tus pies no tropezarán.” (NVI) Provérbios 3: 21-24