La tumba de Caifás

En noviembre de 1990, unos obreros trabajaban en un proyecto en una zona antigua de la ciudad de Jerusalén cuando encontraron algo asombroso: doce osarios que contenían los restos de 73 personas. Y uno de estos osarios contenía el nombre completo de José ben Caifás, el sumo sacerdote responsable de todo el proceso que culminó en la muerte de Jesús en la cruz. En el interior de este osario se encuentran los restos de un hombre que vivió aproximadamente 70 años y que, según los arqueólogos, fue casi con certeza el sumo sacerdote Caifás, a quien encontramos en la Biblia. Este extraordinario descubrimiento sería el primero de una persona mencionada en la Biblia. Podemos encontrar este osario en exhibición en el Museo de Israel en Jerusalén.
Es interesante saber que Caifás era saduceo y no creía en la resurrección de los muertos. La palabra también nos revela que Caifás se negó a aceptar la resurrección de Jesús y continuó persiguiendo a los cristianos hasta que fue destituido de su cargo, en el año 36 d.C., por el gobernador romano Lucio Vitelio.
Me parece maravillosamente irónico que se hayan encontrado los restos del hombre que siempre negó la resurrección de Cristo. Ese hombre, que dedicó su vida a perseguir y matar a los cristianos que anunciaban la resurrección de Cristo, tiene sus restos expuestos en un museo, donde nunca estarán los restos de Jesús, porque él resucitó y está vivo.
En el libro de Juan, capítulo 11, encontramos el encuentro de Jesús con Marta, la hermana de Lázaro, quien había muerto unos días antes. En este relato, Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá. ¿Lo crees?” Caifás decidió no creer que Cristo era la resurrección y la vida. Y hoy contemplamos sus restos expuestos en un museo. Marta, sin embargo, decidió creer. Ella vio a su hermano Lázaro resucitar y hoy está con Cristo en los lugares celestiales, donde también estaremos tú y yo, cuando el Señor nos llame.
Alabado sea el Señor por la vida eterna que tenemos en Cristo Jesús.
Oración: Señor, estoy agradecido por la vida eterna que tengo en Cristo. Hoy reconozco a Cristo como la resurrección y la vida. Y alabaré su nombre para siempre, amén.
Versículo base: Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá. ¿Lo crees, Marta? (NVI) Juan 11:25-26