¿Porque me has visto has creído?
Hiroo Onoda fue un soldado japonés que luchó en la Segunda Guerra Mundial. Este soldado estuvo en combate en Filipinas. La historia cuenta que cuando Japón se rindió, Hiroo Onoda no lo creyó y pensó que era un engaño, una trampa de parte de sus enemigos. Se escondió en medio de la selva de Filipinas y permaneció allí durante 30 años. Cada vez que alguien lo localizaba y le informaba del fin de la guerra, él no lo creía. Sólo accedió a rendirse cuando el gobierno japonés envió a su antiguo comandante, para que Onoda pudiera oír, de su boca, que la guerra había terminado.
Mientras leía esta historia, me acordé de un discípulo de Jesús llamado Tomás, quien tampoco creyó cuando le hablaron de la resurrección de Cristo. “Le dijeron, pues, los otros discípulos: —¡Hemos visto al Señor! Él respondió: —Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de esos clavos y mi mano en su costado, no creeré.” (Juan 20:25)
Y en este relato de Tomás, lo que más me impactó fue la actitud de Jesús. Se presenta a Tomás y le permite tocar sus heridas. Y justo después de que Tomás le toca las heridas, Jesús habla de ti. Él habla también de mí. Él dice: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron y creyeron”.
Tú y yo somos dichosos. Porque no hemos tenido la oportunidad de tocar las llagas de Cristo. No lo hemos visto con nuestros propios ojos. Pero aún así, creemos.
Todavía hay muchas personas en este mundo, perdidas en su incredulidad. Como ese japonés en la jungla filipina, personas están perdidas, asustadas, sin rumbo. No conocen o no aceptan las verdades de la palabra de Dios, porque quieren ver para creer.
No necesitamos fe para creer en lo que estamos viendo. No necesito fe para saber que mi esposa y mis hijos existen porque los veo todos los días. Pero la fe es “la convicción de lo que no se ve”. (Hebreos 11:1). El mérito de la fe está en creer en lo que no vemos.
Mi deseo para hoy es que puedas creer, incluso sin ver. Aunque no puedas ver, ni siquiera la acción de Dios a tu alrededor, mantén tu fe. Y serás llamado dichoso.
Oración: Señor, decido creer en ti, aunque no pueda verte con mis ojos. Mi fe está puesta en ti y no depende de lo que veo. Amén.
Versículo base: Tomás, uno de los doce, apodado «el Mellizo», no estaba con ellos cuando Jesús se presentó. Le dijeron, pues, los otros discípulos: —¡Hemos visto al Señor! Él respondió: —Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de esos clavos y mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después estaban otra vez sus discípulos dentro de ese lugar, y con ellos Tomás. Llegó Jesús y, aunque estaban las puertas cerradas, se puso en medio y les dijo: —¡Paz a vosotros! Luego le dijo a Tomás: —Pon aquí tu dedo y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo, sino creyente. Tomás respondió: —¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: —¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron y creyeron. (BRV2020) Juan 20:24-29
Gracias por compartir la Palabra de Dios. Dios bendiga su vida grandemente y también ministerio.