Adicción a los chismes y al juicio
Estaba hablando con un amigo sobre lo mucho que le gusta a la gente hablar sobre la vida de otras personas. Y, lamentablemente, los cristianos en particular siempre estamos dispuestos a juzgar y condenar a alguien con información limitada. Hablando con mi amigo, recordé que hablar de los demás (los chismes) produce serotonina, también conocida como la hormona de la felicidad, un neurotransmisor que aumenta los niveles de bienestar en el cuerpo. Y no pocas veces los cristianos, que fácilmente nos consideramos mejores que los demás, nos “inyectamos” la “serotonina” porque disfrutamos hablando de otras personas. Y fácilmente podríamos decir que el chisme (o la serotonina) es un placer tan adictivo como la cocaína.
En un grupo de whatsapp en el que participo, se publicó la noticia de que un hombre, que posiblemente robaba cables eléctricos, terminó electrocutado. Mientras algunos “celebraban” lo que había ocurrido, yo expresé mi oposición a regocijarme por la muerte de un ser humano. Cuando alguien respondió: “Antes él, que el próximo que el iba a matar“. Me pareció curioso, porque con tan poca información ya se determinó que se trataba de un asesino. ¿Cómo puedo llamar a un “asesino” a alguien que no conozco y del que ni siquiera sé el nombre? Exactamente este es el pecado del juicio. Deducir, suponer o determinar hechos que no conocemos sobre la vida de alguien es el pecado del juicio que se menciona con tanta frecuencia en la palabra de Dios.
Quizás tu e yo no fumamos, bebemos o tenemos otras adicciones carnales. Pero debemos revisar cuidadosamente nuestra mente, pensamientos y palabras para ver si los chismes y los juicios no son una parte constante de nuestras vidas. ¿Disfrutamos hablando mal de alguien? ¿Juzgamos a otros con escasa información? ¿Decimos cosas sobre los demás sin conocer todos los hechos en detalle?
Termino con Santiago 4:12: “No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?” Respondo yo: No soy nadie para juzgar a mi prójimo y hablar de su vida. Dejo todo juicio a Dios, que conoce incluso los pensamientos de cada habitante de este mundo.
Oración: Señor, líbrame de todo juicio y del chisme, porque sé que eso no te agrada. ¡Amén!
Versículo base: No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo? (NVI) Santiago 4:12