Una casita a la orilla del río
Mi padre tenía un sueño. Era tener una casita a la orilla del río Ijuí, alejada de la ciudad. Él incluso compró un terreno, donde fuimos algunas veces cuando éramos niños. Su sueño era vivir en paz, alejado de la ciudad, plantar yuca, maíz y una amplia variedad de frutas y disfrutar de la brisa del río, el canto de los pájaros y el aire fresco del campo. Sin embargo, más tarde, por dificultades económicas, tuvo que vender el terreno y su sueño nunca se hizo realidad. Mi papá falleció el 10 de octubre de 2015, sin haber vivido jamás en la casita de sus sueños.
Mi padre dedicó su vida al reino de Dios. Aunque tenía un título en teología, no fue pastor de iglesia durante mucho tiempo. Dios lo había llamado a trabajar en el área administrativa de la Convención Bautista Pionera, donde trabajó durante al menos dos décadas. Y sirvió al reino de Dios desde la administración con diligencia, dedicación y competencia. Y es natural pensar, ¿por qué Dios no permitió que su sueño se hiciera realidad?
Cuando miro la palabra de Dios, veo que no siempre las metas y los sueños de los hombres de Dios fueron alcanzados en la tierra. Moisés, nunca entró a la tierra prometida, Abraham era padre de una gran nación, pero no la vio, porque ya era viejo cuando tuvo a su hijo. Esteban fue apedreado y asesinado al comienzo de su ministerio. ¿Y por que?
Porque nuestro reino no es de este mundo. Mayor gloria es la que nos espera en los lugares celestiales. Aquel que espera vivir en la tierra todos sus sueños, lograr todas sus metas y establece sus metas como una “condición” para servir al reino, seguramente se sentirá decepcionado. “Considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.” Romanos 8:18
Prefiero entonces pensar que mi padre tiene ahora su casita a la orilla del río, allá en el reino de los cielos. Y ella es mucho mejor que cualquier casa que el podría tener aquí en este mundo. ¡Esto lo creo!
Oración: Señor, creo que nada de lo que podamos tener en este mundo se compara con lo que tendremos en tu reino. ¡Amén!
Versículo base: Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. (NVI) Romanos 8:17-18